¿Qué es la sororidad? Su raíz proviene del latín “sor” y significa “hermana”, por tanto sororidad es la hermandad entre las mujeres, o en palabras de Marcela Lagarde, feminista y antropóloga mexicana, la “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario” (citada en Pérez, 2004).
A
eso mismo hace referencia Gargallo, “el descubrimiento por parte de las mujeres
de su “mismidad”, su identidad consigo mismas, y de su diferencia con los
hombres, es decir que éstos no eran ni su medida ni su modelo” (Gargallo, 2006.
P. 88).
En
este punto es importante destacar que la mismidad femenina –y en sí toda
mismidad no patriarcal- se diferencia de la mismidad del patriarcado, en cuanto
que esta está constituida por un “nosotros enceguecido en su contemplación,
nunca puede aceptar los monstruos que cree mirar a su alrededor, porque ello
supone su fin en un potencial encuentro pleno de las diferencias. La mismidad,
por sí sola, no puede ser nunca inclusiva, no puede reconocer la humanidad del otro” (Mora, 2007. P. 19).
Lo
anterior evidencia como el patriarcado es una institución inmunitaria, esto es
“la condición de refractariedad del organismo ante el peligro de contraer una
enfermedad contagiosa” (Esposito, 2005. P. 16).
La
rigidez del patriarcado, tanto en su cosmovisión como su estructura, tiende a
inmunizar la vida, y en este aspirar a la protección de la vida, se termina por
negarla. Según Esposito, “mediante la protección inmunitaria la vida combate lo
que la niega, pero según una ley que no es la de la contraposición frontal,
sino la del rodeo y la neutralización. El mal debe enfrentarse, pero sin
alejarlo de los propios confines. Al contrario, incluyéndolo dentro de estos”
(Esposito, 2005. Pp. 17-18).
De
ahí que el patriarcado tienda a eliminar sistemáticamente a todo aquél que
considere una amenaza, un peligro para su existencia. Un ejemplo de esa otredad
que pone en peligro a la mismidad patriarcal a lo largo de la historia ha sido
la mujer.
Frente
a esta lógica patriarcal es que en el reconocimiento de su mismidad, surge la
sororidad, es decir, “se trataba de la tarea de construir una nueva
subjetividad femenina, diferente de la identidad que había sido edificada e
impuesta por la cultura patriarcal hegemónica” (Gargallo, 2006. Pp. 89-90). Al
romper con la lógica identitaria del patriarcado, caracterizada por la
distinción política específica entre amigo/enemigo, las mujeres en su
construcción subjetiva también rompen con esta distinción inmunitaria y
comienzan a constituir lo contrario, la communitas,
esto es “la relación que les hace no ser ya tales –sujetos individuales-,
porque interrumpe su identidad con una barra que les atraviesa modificándolos:
el “con”, el “entre”, el umbral sobre el cual se entrecruzan, en un contacto
que les vincula a los otros en la medida en que los separa de sí mismos”
(Esposito, 2010. P. 64)
El
patriarcado al ser jerarquizante y excluyente, tiende a la competencia, a la
guerra, al exterminio sistemático de la diferencia, de la diversidad. Promueve
una unidad sin vínculo, un aprisionamiento de todos aquellos que encierra y
enceguece su mismidad autocontemplativa. Mientras que lo que caracteriza a la
mismidad femenina, a la sororidad es la comunidad, la no posesión, la no
pertenencia, es un abrirse, una apertura. Y ahí reside su total diferencia con
el patriarcado, según Esposito,
“su
apertura no puede ser cerrada con ninguna reparación, si quiere seguir siendo,
efectivamente, compartida. Porque en el concepto de lo “com-partido” el “con”
está asociado justamente con la división. El límite al que alude es aquel que
une, no como convergencia, como conversión, como con-fusión, sino más bien como
divergencia, como disonancia, como difusión. La dirección es siempre del
interior hacia el afuera, nunca del afuera al interior. La comunidad es la
exteriorización del interior” (Esposito, 2010. P. 64-65).
De ahí que no extraña que las mujeres
digan que “lo personal es político”, que la exteriorización de su interior es
el acto más político existe. Por ello la sororidad se concibe también como un
“pacto político de género entre
mujeres que se reconocen como interlocutoras. No hay jerarquía, sino un
reconocimiento de la autoridad de cada una. Está basado en el principio de la
equivalencia humana, igual valor entre todas las personas porque si tu valor es
disminuido por efecto de género, también es disminuido el género en sí. Al
jerarquizar u obstaculizar a alguien, perdemos todas y todos. En ocasiones, la
lógica patriarcal nos impide ver esto” (Lagarde, 2009).
El
carácter político de la sororidad dista completamente del carácter político del
patriarcado, en cuanto este se caracteriza por la confrontación amigo/enemigo,
confrontación que en un contexto de colapso mundial tiende a totalizarse. Por
todo lo antes mencionado se evidencia como el concepto de lo político
feminista, en conjunto con los movimientos GLBTTI, pretende romper con esa
dicotomía identitaria, y basado en el principio de equivalencia humana,
repensarnos. Sólo así podremos evitar que los procesos inmunológicos del
patriarcado tardío, que colapsa, nos consuma. El “hacer comunidad”, la
communitas, se ha tornado en un imperativo ontológico de nuestra especie si
quiere sobrevivir a un mundo que se hunde.
Referencias
Esposito,
R. (2010). Comunidad, inmunidad y
biopolítica. Trad. García, A. Barcelona: Herder Editorial.
_______(2005).
Immunitas. Protección y negación de la
vida. Trad. Padilla, L. Madrid: Amorrortu.
Gargallo, F. (2006). Las ideas feministas latinoamericanas. México: UACM
Mora,
M. (2007). Los monstruos y la alteridad.
Hacia una interpretación crítica del mito del monstruo. Heredia: Universidad
Nacional, Escuela de Filosofía.
Referencias Internet.
Lagarde,
M. (2009). La política feminista de la
sororidad. En:
Pérez,
M. (2004). La sororidad: nueva práctica
entre mujeres. En: