“Debes
construir la lengua que habitarás y debes encontrar las antepasadas
que te hagan más libre”. Tiqqun
“La
América Latina habla en femenino”, es el lema que adoptamos para
celebrar nuestro 40 aniversario. El contexto en el que se propone
este lema es en torno al lenguaje inclusivo. ¿puede contemplar y
abarcar a todas una palabra en masculino, siendo el lenguaje del
patriarcado, excluyente?Dejo ahí planteada la pregunta.
Se
nos planteó la propuesta de pensar los Estudios Latinoamericanos
para el siglo XXI. De inmediato, pensé en el contexto, por mi
deformación en Relaciones Internacionales: ¿cuál debe ser el rol
de los Estudios Latinoamericanos en un mundo que se hunde? Para ello,
para responder a ello, debo sentipensar con cuerpo propio. ¿Desde
dónde hablo? ¿Quién habla? ¿Para quién hablo? ¿Cómo
experimento o siento lo que hablo? ¿Cuál es mi propósito?
Ante
estas dos situaciones, y por las ideologías y filosofías que cruzan
mi cuerpo, es que asumo esta exposición desde una postura política,
crítica si se quiere: hablo como joven, como pensador
latinoamericano, quien padece directa e indirectamente la violencia
de un mundo que se hunde, de la región que habita, desangrada por
una guerra absurda, una guerra declarada para nunca ser ganada. Una
guerra que pretende controlar los últimos recursos estratégicos que
quedan, y dominar nuestros cuerpos, para que no resistamos, no
luchemos, no gritemos, ni profanemos a este mundo excluyente y
asesino...
Y
es en este punto en el que las situaciones que se presentaron a la
hora de pensar estas palabras, descritas arriba, se entremezclan y
funden: ¿Cómo hablar en femenino ante una situación de exclusión
y violencia, síntomas de un mundo patriarcal, que estrepitosamente
se hunde, arruinando todo a su paso?
Ante
esto, se me presenta una gran limitación epistemológica, más que
por una condición de clase, que si afecta, está el problema de mi
asignación biopolítica: soy hombre. ¿Cómo hacer?¿cómo pensar el
rol de los estudios latinoamericanos en un mundo que se hunde, bajo
esta limitante?
Para
esta ocasión, un primer intento, recurriendo a una ecología de
saberes, como lo planteara Sousa Santos; desde un “todo vale” a
lo Feyerabend, y con la frase de Tiqqun que abre estas palabras, es
que decido recurrir a una invocación, pero no cualquier tipo de
invocación, sino una con un profundo carácter profanatorio:
“Profanar significa abrir la posibilidad de una forma especial de
negligencia, que ignora la separación o, sobre todo, hace de ella un
uso particular” (Agamben, 2005: 99)1.
A esto, agrega Agamben, “el pasaje de lo sagrado a lo profano
puede, de hecho, darse también a través de un uso (o, más bien, un
reuso) completamente incongrente de lo sagrado. Se trata del juego”
(Agamben, 2005: 99).
Invoco,
profanatoriamente, a la figura de aquella mujer que nos decía que
era ella la mujer del medio, “la que puede entrar y salir del reino
de la muerte”. Invoco a la María Sabina, aquella que muchos
llamaron “Santa”, terriblemente divinizada, siendo esto la
castración de todo lo humano. Y como Santa, como dicta la “sanctio”,
fue prohibida, nos fue negada2.
Todo
comienza con un hombre, extraño a esas tierras, quién portaba con
una carta del gobierno mexicano en el que se le solicitaba a la María
Sabina que le enseñara todos sus conocimientos sobre enteógenos al
etnobotánico, entonces vicepresidente de JP Morgan Chase, Robert
Gordon Wasson, quien en un acto cuasi prometéico nos entregó el
secreto de “los dioses” y con él alcanzamos nuestra liberación
entéogena de nuestros cuerpos.
A
pesar de que para nosotras representó esa liberación, significó la
explotación de los conocimientos de la María Sabina, quien murió
en la pobreza. ¿No es acaso su vida una metáfora de la historia de
América Latina? Explotada de sus riquezas y padeciendo la más
extrema de las pobrezas.
Pero
ahora bien, ¿A qué quiero llegar con todo esto? ¿De qué manera
estoy profanando la imagen de María Sabina? ¿Y qué tiene que ver
todo esto con el rol de los estudios latinoamericanos en el siglo
XXI?
Pues,
basta comprender el contexto que padecemos, esta guerra civil social
mesoamericana que nos desangra, que nos desaparece a nuestros hijos y
amigos, que viola y asesina a nuestras hermanas, para comprender que
mi invocación profanatoria lo que pretende es un cambio de
perspectiva, sobre el cómo debemos estudiar a nuestra región.
Sabina, es nuestra alucinación en este trance.
La
guerra es la manifestación más violenta del patriarcado. Una guerra
contra las drogas, como la que padecemos, es una guerra contra
nuestros cuerpos. Cargadas por la distinción política específica
entre amigo y enemigo (o en su sentido biopolítico, sano/enfermo).
Una
guerra que nos la declaran no sólo los políticos y los militares,
sino también los curas y los padres de familia. Una figura de
autoridad que nos impone, que marca nuestros cuerpos con la idea de
que son templos de adoración divina, y no campos de experimentación
antagónica.
No
sé si lo habrán notado, peronos faltan 43, 43 de los casi 25 mil
desaparecidos de esta guerra contra las drogas, sólo en México. Y
siguen desapareciendo. ¿Cuántos más serán suficientes? ¿Cuántos
más serán suficientes para que acabe esta guerra? En la Argentina
de la dictadura, desaparecieron 30 mil personas. ¿Qué nos
diferencia de aquellos tiempos?
En
nombre de esta guerra han policializado nuestras existencias. Vivimos
encerradas, vigiladas, custodiadas, inmunizadas. La policía aparece
con sus perros en escuelas y colegios, en operativos especiales que,
más que decomizar alguna sustancia ilegalizada, pretenden moldear
cuerpos dóciles siempre anuentes a respetar a la autoridad. Lo mismo
se viene para las Universidades,con el objeto de dar muerte a los
últimos vestigios de lo que queda de la autonomía universitaria.
Vemos ya protocolos de acción entre los guardias de las
Universidades y las fuerzas policiales para capturar y expulsar del
campus universitario, a aquellos cuerpos disidentes que experimentan
antagónicamente.
En
nombre de esta guerra, se nos ha coartado nuestros derechos, en
especial, el de la reunión. Nosotras, las jóvenes somos tratadas
como delincuentes en nuestras calles, en nuestros parques. Lo que
pretenden es una neutralización de nuestras amistades políticas.
En
nombre de esta guerra nos envenenan por la falta de controles sobre
lo que se vende y comercia. Ninguna regulación sobre los narcos,
mucho menos sobre las farmacéuticas.
La
sociedad se policializa, la juventud se criminaliza, las sustancias
se prohiben, y terminan por negarnos la experiencia de conectarnos,
no sólo entre nosotras, sino también con esta tierra.
De
ahí la importancia profanatoria de esta invocación. Jugar con la
María Sabina. Que los estudios latinoamericanos, los estudios de
esta tierra que habitamos, de esta sociedad que padecemos, nos invite
no sólo a crear pensamientos críticos, sino también corporalidades
críticas.
Esta
invocación profanatoria, lo que pretende es hacer notar el atraso
epistemológico en el que nos encontramos, y el epistemicio que
estamos padeciendo. Que no podemos permitir que sean los militares,
los policías, los políticos, los curas ni las farmacéuticas, la
que nos impongan corporalidades o usos de nuestros cuerpos.
Los
estudios latinoamericanos no pueden seguir obviando la realidad que
está padeciendo América Latina. No pueden seguir ocultos bajo los
discursos del poder. No podemos seguir hablando con ese lenguaje
hegemónico, con ese lenguaje del patriarcado. Que excluye, que
impone, que amenaza, que asesina. La guerra contra las drogas no
podemos seguir estudiándola desde estas perspectivas morales y
pudorosas que sólo nos conducen a la negación de nuestros cuerpos,
mientras nos golpean, nos desaparecen o nos asesinan. Necesitamos
construir otros lenguajes, que nos permitan comprender mejor esta
situación. Que nos permitan enfrentarla....
Heredia, Miércoles 12 de noviembre de 2014
IDELA-UNA, 40 Aniversario
_________
1“El
término religio no deriva,
según una etimología tan insípida como inexacta, de religare
(lo que liga y une lo humano y
lo divino), sino de relegere que
indica la actitud de escrúpulo y de atención que debe imprimirse a
las relaciones con los dioses, la inquieta vacilación (el “releer”)
ante las formas -las fórmulas- que es preciso observar para
respetar la separación entre lo sagrado y lo profano. Religio
no es lo que une a los humanos
y a los dioses, sino lo que vela para mantenerlos separados,
distintos unos de otros. A la religión no se oponen, por lo tanto,
la incredulidad y la indiferencia respecto de lo divino sino la
“negligencia”, es decir una actitud libre y “distraída”
-esto es, desligada de la religio
de las normas- frente a las cosas y a su uso, a las formas de la
separación y a su sentido” (Agamben, 2005: 99)
2Lo
santo, no es otra cosa que prohibición, sanctus refiere a lo que
tenemos prohibido, es la ley que sanciona la separación entre lo
humano y lo divino, en otras palabras, lo sacro. Respecto a la
sacratio, nos remite a la idea de la salvación, y por tanto a la
idea de protección. En última instancia la sacralización nos
sumerge en un umbral de indistinción entre la conservación de la
vida y la producción de la muerte, que se manifiesta en la idea del
sacrificio.