“Somos testigos no de una suspensión temporal, ni siquiera de una posposición del desarrollo, sino de la confirmación de que el desarrollo es, y siempre ha sido, una proposición imposible”
Raff Carmen
Raff Carmen
Se dice que un país es subdesarrollado porque “carece de lo que tienen los desarrollados, esto es, desarrollo” (Carmen, 2004:37). Sin embargo, continúa Carmen, la única sorpresa con esta forma del discurso es que todavía sigue siendo moneda de curso 20 años después de publicado los Límites del Crecimiento (2004:37-38); a lo que hay que preguntarse: ¿cuán desarrollado es el desarrollo, mientras persista el peligro del subdesarrollo? Si, cuatro quintas partes de la gente en el mundo es pobre o desesperadamente pobre, y el abismo crece en forma continua, ¿cuán legítimo puede ser el ingenio de la antítesis subdesarrollado-desarrollado, si no existe voluntad aparente incluso para considerar la noción de sobredesarrollo? Se pregunta el autor (2004:38).
Debemos tener presente que el desarrollo es “esencialmente un proyecto intervencionista orquestado desde afuera, por agencias gubernamentales o por Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) (2004:8).
De ello se desprende que la autonomía “en ningún sentido es sinónimo de reclamos eurocéntricos por la soberanía y el “dominio de cada individuo sobre su propio destino, o nociones cooptadas como democracia y “buena gobernancia”, mucho menos una ilusa e imposible autarquía. La “autonomía” queda conceptualizada en lo que Thomas Sankara ha definido como “el derecho de cada individuo a inventar su propio futuro” (Carmen: Ídem)
En última instancia el significado de la autonomía es, entre otras cosas “… el desarrollo de su (de los pobres) poder de negociación, hasta un grado donde (los interventores) no puedan imponer unilateralmente sus condiciones y regulaciones sobre los pobres, como receptores pasivos, sino más bien que los términos y condiciones de colaboración sean el resultado de un proceso en el que ambas partes sean respetuosas de las prioridades y de los intereses específicos de cada quien” (Verhagen, 1987. citado por Carmen, 2004: 72)
La raíz del problema es el sistema industrial, a su vez, producto de una matriz mental y cultural bien definida: cosmología europea fundada en la evolución particular de una mezcla de judeocristianismo, en términos de valores de un antropocentrismo racional (2004:28).
Toda la problemática de esta sociedad, se oculta detrás de la retórica del bienestar, se le hace creer a las personas que todo está bien sí él, como individuo se encuentra satisfecho, y producto de la libertad de consumir, el individuo puede satisfacer sus necesidades – que en última instancia son impuestas por la misma sociedad- por lo tanto llega a generarse, un sentimiento de que todo está bien, que todos los problemas han sido superados, y que quienes son pobres es porque así lo desean, en última instancia se crea una “conciencia feliz”.
Esta conciencia feliz “–o sea, la creencia de que lo real es racional y el sistema social establecido produce los bienes- refleja un nuevo conformismo que se presenta como una faceta de la racionalidad tecnológica y se traduce en una forma de conducta social” (…) “El poder sobre el hombre (sic) adquirido por esta sociedad se olvida sin cesar gracias a la eficacia y productividad de ésta. Al asimilar todo lo que toca, al absorber la oposición, al jugar con la contradicción, demuestra su superioridad cultural.
Del mismo modo, la destrucción de los recursos naturales y la proliferación del despilfarro es una prueba de su opulencia y de “los altos niveles de bienestar” (Marcuse, 1972:114-115); en otras palabras, “la comunidad está demasiado satisfecha para preocuparse”[1].
Con esta “conciencia feliz” se piensa que las guerras, la tortura, incluso la pobreza se desarrollan al margen del mundo civilizado –aunque esos márgenes se encuentren en los mismos países del “Primer Mundo”- porque esos países recónditos son subdesarrollados, son bárbaros, que incluso aún merecen ser conquistados o en términos más suaves adaptados (entiéndase, capitalizados, democratizados, cristianizados).
Orwell resume en una frase, el porque esta sociedad ofrece trabajo al menor costo y pretende crear consumidores más que desarrollar ciudadanos, y esto se debe a la necesidad de mantener la jerarquía social, porque “si todos los seres humanos disfrutasen en la misma medida del lujo y el ocio, la gran masa, a quien la pobreza imbeciliza, comenzarían a entender muchas cosas logrando pensar por sí mismos; y al reflexionar, comprenderían más pronto o más tarde que tal minoría privilegiada carecía de derechos fundados para imponer leyes a los demás y las eliminarían. Una sociedad jerárquica sólo es posible generando pobreza e ignorancia” (Orwell, 2002:189).
Se podría afirmar que en la dinámica capitalista, la pobreza es necesaria para que exista la opulencia, es decir, para que se de el desarrollo se debe perpetuar el subdesarrollo. Por lo tanto, o al menos esa es mi percepción, se debe tener claro que existe una ausencia-presencia del desarrollo dentro del subdesarrollo. Por lo tanto, no puede concebirse, afirma Hinkelammert, “una sociedad subdesarrollada sin concebir también una sociedad desarrollada” (1983:15).
Sin embargo, en contraposición a la afirmación de que el subdesarrollo no es una categoría independiente, sino una contradicción intrínseca del propio desarrollo, dada por Hinkelammert, parece más acertado Carmen al afirmar que, estos términos (subdesarrollo, en desarrollo, menos desarrollado, incluso desarrollado, BGH) son parte de una conspiración semiológica de ofuscación y que el único término genuinamente capaz de traducir la realidad global es “maldesarrollo” (Carmen, 2004:37). Esto porque “maldesarrollo” epitomiza la amplitud, la profundidad y la trágica realidad de un “fracaso global” (Amin, 1990; Lebrel, 1964; citado en Carmen, 2004:37).
Y por lo tanto, el mito del desarrollo colapsa frente al análisis del maldesarrollo, ya que, habría que evitar del todo cualquier referencia a “en desarrollo”, o bien, habría que aplicarla igualmente a todos los países, en tanto todos se están desarrollando en una forma ecológicamente insostenible (Naes, 1990:87; citado en Carmen, 2004:38).
Se plantea el problema de cómo desmitificar el desarrollo, como acabar con la visión ortodoxa, que mantiene un virtual dominio monopólico sobre el curso del desarrollo global, que es inherentemente exclusivista y divisiva, en tanto el mito del crecimiento ha sido erigido sobre la explotación y el agotamiento de recursos que son en sí limitados (2004:3).
Es aquí donde se presenta una alternativa para la desmitificación del desarrollo, Carmen nos dice, hay que descolonizar las mentes, tanto de los “desarrollados” como de los “subdesarrollados”. Se debe cumplir con la necesidad de redefinir en términos positivos, los valores culturales, sociales, educativos, éticos y otros, que tradicionalmente han sido poco considerados por las corrientes dominantes en economía del desarrollo (2004:2).
Pero, esta descolonización de la mente se convierte en una tarea casi imposible cuando la gente se identifica con la existencia que les es impuesta y en la cual encuentra su propio desarrollo y satisfacción. Esta identificación, alega Marcuse, no es ilusión, sino realidad. Sin embargo, continúa el autor, la realidad constituye un estadio más avanzado de la alienación. Ésta se ha vuelto enteramente objetiva; el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada (1972:41).
Es decir, la sociedad subdesarrollada, sabe que es (producto de la imposición de una visión ortodoxa por parte de la clase dominante), subdesarrollada, y no sólo eso, sino que también se identifica con ese subdesarrollo, del cual nunca saldrá, por ser una pieza importante en la dinámica capitalista[2], debido a que “el desarrollo aumenta al mismo ritmo que el subdesarrollo, y ambos no son más que las caras de una misma moneda” (1983:21).
Cómo acabar con este colonialismo que “impone su control sobre la producción social de la riqueza y sobre la reproducción social, mediante la conquista política y militar. Su forma de dominación más eficiente, sin embargo, es el control, mediante la cultura, de cómo la gente se percibe a sí misma y sus relaciones con el mundo: los controles económicos y políticos nunca pueden completarse sin el control mental” (2004:10). Se debe tener presente que la alternativa, por no decir la única, viable para alcanzar el verdadero desarrollo, es la socialización del conocimiento y la tecnología, es decir la humanización, pues ella es o debería ser “nuestra vocación, ontológica tanto como histórica” (Freire, 1972:21; citado en Carmen, 2004:2).
Esto es lo que se ha estado desarrollando en América Latina donde en “más de 25 años de neoliberalismo ha producido el debilitamiento de la base industrial local y de las pequeñas explotaciones agrarias, así como de las oportunidades de empleo” (Cockroft, 1). Este genocidio económico gradual, continúa Cockroft, ha generado la humillante pobreza de tres cuartas partes de la población latinoamericana, una movilidad descendente de unas clases intermedias cada vez menos relevantes”.
Todo este saqueo, que ha sufrido América Latina ha producido –tratando de responder la pregunta del examen- una fuerte movilidad social que ha girado electoralmente a la izquierda. Producto de la exclusión en la repartición de las riquezas y no de la dinámica capitalista –los pobres son necesarios para que funcione el sistema, por lo que en la dinámica capitalista se encuentran incluidos- han surgido “nuevos sujetos sociales y políticos que están actuando en la región, con sus propias cosmovisiones, con sus propias sensibilidades, con sus propias formas de lucha y con su propia manera de organizarse para encarar lo que ellos perciben, no sin razón, como una crítica práctica a la realidad actual y, en menor medida, al proyecto de futuro que les están ofreciendo los representantes políticos de los sectores hegemónicos de las clases dominantes de la región” (Suárez, 2005:2).
Los oprimidos, afirma Carmen, pueden ser oprimidos dos, tres o muchas veces. Existen quinientos millones de personas discapacitadas en el mundo. Las mujeres son más de la mitad de la población mundial. Hay mil millones de analfabetos: tres de cada cuatro entre ellos son mujeres. El analfabetismo y la pobreza aplastante van de la mano. Toda esta situación resulta significativa: si van a haber soluciones, se debería empezar desde donde está el problema. Parte de la raíz de ese problema es el hecho de que el desarrollo, como lo conocemos, es “el proyecto del patriarcado occidental” (capitalista y cristiano, BGH) (Shiva, 1989; citado en Carmen, 2004:6).
Por lo tanto, la única vía posible para la humanización, y por consiguiente de la socialización del conocimiento y la tecnología, es con la destrucción de los “Dogmas Fundamentalistas de Occidente” (capitalismo-socialismo, democracia y cristianismo) que son simplemente estructuras que arrastramos de nuestra etapa homínida y que nos han impedido evolucionar, porque la socialización del conocimiento y de la tecnología acabarían con la propiedad y la jerarquía.
Luís Suárez, afirma que el “empobrecimiento de importantes sectores de las clases medias (incluidos los vinculados a las pequeñas y medianas empresas) se ha expresado en una constante pérdida de los niveles de vida que, en muchos de los casos subvencionados por el Estado “desarrollista”, ese sector disfrutó en etapas anteriores de la evolución del capitalismo dependiente latinoamericano y caribeño. Ese proceso –junto al cada vez más extendido desempleo, al subempleo y a la feminización de la fuerza del trabajo, tanto formal como informal- contribuye a explicar la emergencia de esas explosiones populares urbanas” (2005:3).
Estos nuevos movimientos sociales formados por desempleados, nuevos pobres, estudiantes, amas de casa, y otros, llegan a unirse a los viejos movimientos sociales, principalmente sindicatos, llegando a colocar en el poder a gobiernos neoliberales moderados como es el caso de Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay, hasta gobiernos declarados de izquierda como sería el caso de Ecuador, Venezuela y Bolivia.
De esta forma es como en América Latina se crean nuevas formas de “construir” ciudadanía, y con ello, nuevos modelos de desarrollo, donde las bases populares monitorean a los gobiernos que ellos han colocado, exigiéndoles que cumplan sus promesas de campaña, censurando al gobierno cuando pretenden implementar políticas que presenten repercusiones negativas en la sociedad civil, como es el caso del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, o de los movimientos campesinos e indígenas en Bolivia.
James Cockroft plantea como estos nuevos movimientos sociales pese a pertenecer a diferentes países y presentar diferentes realidades comparten características ideológicas: 1) su fundamento en los valores humanos; 2) su organización participativa; 3) su internacionalismo; y 4) su defensa de la soberanía de los estados-nación. Es decir, que la ciudadanía que se está construyendo en América Latina, desprovista del alto consumismo y la “conciencia feliz” que impone el mercado, se sustenta en el amor y el respeto a los demás, la justicia social, exige como derecho la participación popular en las decisiones estatales sustituyendo la partitocracia, además de la organización interestatal con otros pueblos en una lucha contra el neoliberalismo y las intervenciones imperialistas, y sobre todo en un reconocimiento y defensa de los principios de autodeterminación, la no intervención y la no agresión (Cockroft: 4).
Tras todo lo antes mencionado cabe preguntarse ¿es el “modelo bolivariano” un verdadero modelo de desarrollo autónomo? No se podría afirmar seriamente que el modelo bolivariano que el presidente Hugo Chávez pretende implantar en Venezuela llegue a dar verdaderos frutos. Cuán diferente es ese “Socialismo del Siglo XXI”, esa “alternativa” a la latinoamericana de los otros “Dogmas Fundamentalistas de Occidente[3]” y cuán efectivo será ese socialismo que se mantiene prácticamente por el peso del petróleo en la política internacional.
Sin embargo ese “petropoder” acarrea graves consecuencias, sobre todo cuando se proponen “alternativas” al “american way”. Consecuencias que no sólo van desde presiones económicas, como es el caso del bloqueo a Cuba, a presiones políticas. Sino que, y en especial con la Camarilla Bush en el poder, se gestan intervenciones militares, Irak por ejemplo.
Debemos tener presente que el desarrollo es “esencialmente un proyecto intervencionista orquestado desde afuera, por agencias gubernamentales o por Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) (2004:8).
De ello se desprende que la autonomía “en ningún sentido es sinónimo de reclamos eurocéntricos por la soberanía y el “dominio de cada individuo sobre su propio destino, o nociones cooptadas como democracia y “buena gobernancia”, mucho menos una ilusa e imposible autarquía. La “autonomía” queda conceptualizada en lo que Thomas Sankara ha definido como “el derecho de cada individuo a inventar su propio futuro” (Carmen: Ídem)
En última instancia el significado de la autonomía es, entre otras cosas “… el desarrollo de su (de los pobres) poder de negociación, hasta un grado donde (los interventores) no puedan imponer unilateralmente sus condiciones y regulaciones sobre los pobres, como receptores pasivos, sino más bien que los términos y condiciones de colaboración sean el resultado de un proceso en el que ambas partes sean respetuosas de las prioridades y de los intereses específicos de cada quien” (Verhagen, 1987. citado por Carmen, 2004: 72)
La raíz del problema es el sistema industrial, a su vez, producto de una matriz mental y cultural bien definida: cosmología europea fundada en la evolución particular de una mezcla de judeocristianismo, en términos de valores de un antropocentrismo racional (2004:28).
Toda la problemática de esta sociedad, se oculta detrás de la retórica del bienestar, se le hace creer a las personas que todo está bien sí él, como individuo se encuentra satisfecho, y producto de la libertad de consumir, el individuo puede satisfacer sus necesidades – que en última instancia son impuestas por la misma sociedad- por lo tanto llega a generarse, un sentimiento de que todo está bien, que todos los problemas han sido superados, y que quienes son pobres es porque así lo desean, en última instancia se crea una “conciencia feliz”.
Esta conciencia feliz “–o sea, la creencia de que lo real es racional y el sistema social establecido produce los bienes- refleja un nuevo conformismo que se presenta como una faceta de la racionalidad tecnológica y se traduce en una forma de conducta social” (…) “El poder sobre el hombre (sic) adquirido por esta sociedad se olvida sin cesar gracias a la eficacia y productividad de ésta. Al asimilar todo lo que toca, al absorber la oposición, al jugar con la contradicción, demuestra su superioridad cultural.
Del mismo modo, la destrucción de los recursos naturales y la proliferación del despilfarro es una prueba de su opulencia y de “los altos niveles de bienestar” (Marcuse, 1972:114-115); en otras palabras, “la comunidad está demasiado satisfecha para preocuparse”[1].
Con esta “conciencia feliz” se piensa que las guerras, la tortura, incluso la pobreza se desarrollan al margen del mundo civilizado –aunque esos márgenes se encuentren en los mismos países del “Primer Mundo”- porque esos países recónditos son subdesarrollados, son bárbaros, que incluso aún merecen ser conquistados o en términos más suaves adaptados (entiéndase, capitalizados, democratizados, cristianizados).
Orwell resume en una frase, el porque esta sociedad ofrece trabajo al menor costo y pretende crear consumidores más que desarrollar ciudadanos, y esto se debe a la necesidad de mantener la jerarquía social, porque “si todos los seres humanos disfrutasen en la misma medida del lujo y el ocio, la gran masa, a quien la pobreza imbeciliza, comenzarían a entender muchas cosas logrando pensar por sí mismos; y al reflexionar, comprenderían más pronto o más tarde que tal minoría privilegiada carecía de derechos fundados para imponer leyes a los demás y las eliminarían. Una sociedad jerárquica sólo es posible generando pobreza e ignorancia” (Orwell, 2002:189).
Se podría afirmar que en la dinámica capitalista, la pobreza es necesaria para que exista la opulencia, es decir, para que se de el desarrollo se debe perpetuar el subdesarrollo. Por lo tanto, o al menos esa es mi percepción, se debe tener claro que existe una ausencia-presencia del desarrollo dentro del subdesarrollo. Por lo tanto, no puede concebirse, afirma Hinkelammert, “una sociedad subdesarrollada sin concebir también una sociedad desarrollada” (1983:15).
Sin embargo, en contraposición a la afirmación de que el subdesarrollo no es una categoría independiente, sino una contradicción intrínseca del propio desarrollo, dada por Hinkelammert, parece más acertado Carmen al afirmar que, estos términos (subdesarrollo, en desarrollo, menos desarrollado, incluso desarrollado, BGH) son parte de una conspiración semiológica de ofuscación y que el único término genuinamente capaz de traducir la realidad global es “maldesarrollo” (Carmen, 2004:37). Esto porque “maldesarrollo” epitomiza la amplitud, la profundidad y la trágica realidad de un “fracaso global” (Amin, 1990; Lebrel, 1964; citado en Carmen, 2004:37).
Y por lo tanto, el mito del desarrollo colapsa frente al análisis del maldesarrollo, ya que, habría que evitar del todo cualquier referencia a “en desarrollo”, o bien, habría que aplicarla igualmente a todos los países, en tanto todos se están desarrollando en una forma ecológicamente insostenible (Naes, 1990:87; citado en Carmen, 2004:38).
Se plantea el problema de cómo desmitificar el desarrollo, como acabar con la visión ortodoxa, que mantiene un virtual dominio monopólico sobre el curso del desarrollo global, que es inherentemente exclusivista y divisiva, en tanto el mito del crecimiento ha sido erigido sobre la explotación y el agotamiento de recursos que son en sí limitados (2004:3).
Es aquí donde se presenta una alternativa para la desmitificación del desarrollo, Carmen nos dice, hay que descolonizar las mentes, tanto de los “desarrollados” como de los “subdesarrollados”. Se debe cumplir con la necesidad de redefinir en términos positivos, los valores culturales, sociales, educativos, éticos y otros, que tradicionalmente han sido poco considerados por las corrientes dominantes en economía del desarrollo (2004:2).
Pero, esta descolonización de la mente se convierte en una tarea casi imposible cuando la gente se identifica con la existencia que les es impuesta y en la cual encuentra su propio desarrollo y satisfacción. Esta identificación, alega Marcuse, no es ilusión, sino realidad. Sin embargo, continúa el autor, la realidad constituye un estadio más avanzado de la alienación. Ésta se ha vuelto enteramente objetiva; el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada (1972:41).
Es decir, la sociedad subdesarrollada, sabe que es (producto de la imposición de una visión ortodoxa por parte de la clase dominante), subdesarrollada, y no sólo eso, sino que también se identifica con ese subdesarrollo, del cual nunca saldrá, por ser una pieza importante en la dinámica capitalista[2], debido a que “el desarrollo aumenta al mismo ritmo que el subdesarrollo, y ambos no son más que las caras de una misma moneda” (1983:21).
Cómo acabar con este colonialismo que “impone su control sobre la producción social de la riqueza y sobre la reproducción social, mediante la conquista política y militar. Su forma de dominación más eficiente, sin embargo, es el control, mediante la cultura, de cómo la gente se percibe a sí misma y sus relaciones con el mundo: los controles económicos y políticos nunca pueden completarse sin el control mental” (2004:10). Se debe tener presente que la alternativa, por no decir la única, viable para alcanzar el verdadero desarrollo, es la socialización del conocimiento y la tecnología, es decir la humanización, pues ella es o debería ser “nuestra vocación, ontológica tanto como histórica” (Freire, 1972:21; citado en Carmen, 2004:2).
Esto es lo que se ha estado desarrollando en América Latina donde en “más de 25 años de neoliberalismo ha producido el debilitamiento de la base industrial local y de las pequeñas explotaciones agrarias, así como de las oportunidades de empleo” (Cockroft, 1). Este genocidio económico gradual, continúa Cockroft, ha generado la humillante pobreza de tres cuartas partes de la población latinoamericana, una movilidad descendente de unas clases intermedias cada vez menos relevantes”.
Todo este saqueo, que ha sufrido América Latina ha producido –tratando de responder la pregunta del examen- una fuerte movilidad social que ha girado electoralmente a la izquierda. Producto de la exclusión en la repartición de las riquezas y no de la dinámica capitalista –los pobres son necesarios para que funcione el sistema, por lo que en la dinámica capitalista se encuentran incluidos- han surgido “nuevos sujetos sociales y políticos que están actuando en la región, con sus propias cosmovisiones, con sus propias sensibilidades, con sus propias formas de lucha y con su propia manera de organizarse para encarar lo que ellos perciben, no sin razón, como una crítica práctica a la realidad actual y, en menor medida, al proyecto de futuro que les están ofreciendo los representantes políticos de los sectores hegemónicos de las clases dominantes de la región” (Suárez, 2005:2).
Los oprimidos, afirma Carmen, pueden ser oprimidos dos, tres o muchas veces. Existen quinientos millones de personas discapacitadas en el mundo. Las mujeres son más de la mitad de la población mundial. Hay mil millones de analfabetos: tres de cada cuatro entre ellos son mujeres. El analfabetismo y la pobreza aplastante van de la mano. Toda esta situación resulta significativa: si van a haber soluciones, se debería empezar desde donde está el problema. Parte de la raíz de ese problema es el hecho de que el desarrollo, como lo conocemos, es “el proyecto del patriarcado occidental” (capitalista y cristiano, BGH) (Shiva, 1989; citado en Carmen, 2004:6).
Por lo tanto, la única vía posible para la humanización, y por consiguiente de la socialización del conocimiento y la tecnología, es con la destrucción de los “Dogmas Fundamentalistas de Occidente” (capitalismo-socialismo, democracia y cristianismo) que son simplemente estructuras que arrastramos de nuestra etapa homínida y que nos han impedido evolucionar, porque la socialización del conocimiento y de la tecnología acabarían con la propiedad y la jerarquía.
Luís Suárez, afirma que el “empobrecimiento de importantes sectores de las clases medias (incluidos los vinculados a las pequeñas y medianas empresas) se ha expresado en una constante pérdida de los niveles de vida que, en muchos de los casos subvencionados por el Estado “desarrollista”, ese sector disfrutó en etapas anteriores de la evolución del capitalismo dependiente latinoamericano y caribeño. Ese proceso –junto al cada vez más extendido desempleo, al subempleo y a la feminización de la fuerza del trabajo, tanto formal como informal- contribuye a explicar la emergencia de esas explosiones populares urbanas” (2005:3).
Estos nuevos movimientos sociales formados por desempleados, nuevos pobres, estudiantes, amas de casa, y otros, llegan a unirse a los viejos movimientos sociales, principalmente sindicatos, llegando a colocar en el poder a gobiernos neoliberales moderados como es el caso de Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay, hasta gobiernos declarados de izquierda como sería el caso de Ecuador, Venezuela y Bolivia.
De esta forma es como en América Latina se crean nuevas formas de “construir” ciudadanía, y con ello, nuevos modelos de desarrollo, donde las bases populares monitorean a los gobiernos que ellos han colocado, exigiéndoles que cumplan sus promesas de campaña, censurando al gobierno cuando pretenden implementar políticas que presenten repercusiones negativas en la sociedad civil, como es el caso del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, o de los movimientos campesinos e indígenas en Bolivia.
James Cockroft plantea como estos nuevos movimientos sociales pese a pertenecer a diferentes países y presentar diferentes realidades comparten características ideológicas: 1) su fundamento en los valores humanos; 2) su organización participativa; 3) su internacionalismo; y 4) su defensa de la soberanía de los estados-nación. Es decir, que la ciudadanía que se está construyendo en América Latina, desprovista del alto consumismo y la “conciencia feliz” que impone el mercado, se sustenta en el amor y el respeto a los demás, la justicia social, exige como derecho la participación popular en las decisiones estatales sustituyendo la partitocracia, además de la organización interestatal con otros pueblos en una lucha contra el neoliberalismo y las intervenciones imperialistas, y sobre todo en un reconocimiento y defensa de los principios de autodeterminación, la no intervención y la no agresión (Cockroft: 4).
Tras todo lo antes mencionado cabe preguntarse ¿es el “modelo bolivariano” un verdadero modelo de desarrollo autónomo? No se podría afirmar seriamente que el modelo bolivariano que el presidente Hugo Chávez pretende implantar en Venezuela llegue a dar verdaderos frutos. Cuán diferente es ese “Socialismo del Siglo XXI”, esa “alternativa” a la latinoamericana de los otros “Dogmas Fundamentalistas de Occidente[3]” y cuán efectivo será ese socialismo que se mantiene prácticamente por el peso del petróleo en la política internacional.
Sin embargo ese “petropoder” acarrea graves consecuencias, sobre todo cuando se proponen “alternativas” al “american way”. Consecuencias que no sólo van desde presiones económicas, como es el caso del bloqueo a Cuba, a presiones políticas. Sino que, y en especial con la Camarilla Bush en el poder, se gestan intervenciones militares, Irak por ejemplo.
“Otros medios políticos –amenazas, guerras, ocupación colonial- son ayudas valiosas para allanar el camino al ejercicio de una influencia política apropiada en un país extranjero con miras a obtener posiciones comerciales privilegiadas, a lograr la adjudicación de derechos y de propiedad minera, a eliminar obstáculos al comercio exterior y la inversión, a abrir las puertas a los bancos extranjeros y otras instituciones financieras que facilitan la irrupción y la ocupación económica” (Magdoff, 1969:46)
Es meritorio recordar en 1950, a George Kennan, quien apuntaba, en una sesión informativa para embajadores en América Latina, que “una de las preocupaciones principales de la política exterior estadounidense debía ser la protección de nuestras materias primas, en un plano más amplio, de los recursos materiales y humanos que son nuestros por derecho legítimo. Para proteger nuestros recursos, debemos combatir una herejía peligrosa que, tal como señaló la inteligencia norteamericana, estaba proliferando en América Latina: la amplia aceptación de la idea de que el gobierno tiene la responsabilidad directa del bienestar del pueblo” (citado en Chomsky, 1988:34, subrayado nuestro).
Existe un estrecho paralelismo entre “la agresiva política extranjera de los EEUU, dirigida al control (directo o indirecto) de tan grande porción del globo como sea posible, por una parte y la enérgica política expansionista de los negocios norteamericanos por la otra” (Magdoff, 1969:15)
Con ello se muestra cuan difícil será mantener un modelo autónomo de desarrollo, dentro del “patio trasero” de EEUU, en especial en un territorio poseedor de grandes yacimientos de petróleo pesado y de una riqueza en biodiversidad como es el caso de Venezuela. Por ello no se puede ser tan optimista y creer ciegamente que el modelo venezolano podrá sostenerse más allá de lo que el gobierno de EEUU así lo desee. Sin embargo, es de vital importancia tener presente la estrategia de contención llevada a cabo por Venezuela al unísono con potencias como Rusia, Brasil China e India, sino también con países de gran valor estratégico como es el caso de Cuba, Bolivia, Irán, Ecuador, entre otros.
Para EEUU “controlar los recursos en materias primas es a la vez un mecanismo protector contra la presión de los competidores, y un arma ofensiva para tener a raya a los competidores no integrados. La propiedad y el control de los abastecimientos de materia prima son, por norma, un requisito esencial de la capacidad de una firma o de un grupo de firmas líderes para limitar la competencia nueva y controlar la producción y los precios de los productos terminados. Es más: la propia dimensión de las grandes firmas verticalmente integradas les da los recursos para explotar y desarrollar nuevas fuentes potenciales alrededor del mundo” (Magdoff, 1969:40).
De ahí que, para que el modelo de desarrollo que se está gestando en Sudamérica sea realmente autónomo y, además, pueda soportar, al menos por un lapso de tiempo más a lo esperado por los designios de Washington, los embates del imperialismo, este modelo debe presentarse como una revolución que tienda hacia una ruptura. Una ruptura radical de los “Dogmas Fundamentalistas de Occidente”.
A eso es lo que teme EEUU y la red imperialista. La posibilidad de que esa ruptura sea contagiosa y con ello se desate un “efecto dominó” en el continente, y posteriormente a nivel mundial. Por ello, EEUU “negocia” Tratados de Libre Comercio de forma geoestratégica, vigilando de esa forma a los países que no se guíen por el “american way of life”[4].
Se debe tener presente, en relación con lo anterior, es que: “lo que es importante para la comunidad comercial, y al sistema de los negocios como un todo, es que la opción: inversión extrajera (y comercio extranjero) permanezca abierta. Para que esto adquiera un significado el sistema de empresa privada requiere, como mínimo, que los principios políticos y económicos del capitalismo prevalezcan y que queden abiertas completamente las puertas para el capital extranjero en todo momento (Magdoff, 1969:23).
Sin embargo, al contemplar las afirmaciones de Hugo Chávez en cuanto al modelo “alternativo” de desarrollo, su “socialismo del siglo XXI”, no se puede decir más que nihil novum sub sole, nada nuevo bajo el sol; no se contempla ruptura alguna de los preceptos occidentales. Como es el caso de cuando Chávez afirma que la revolución es "nacionalista, bolivariana y cristiana". Asimismo sostiene que “Bolívar y Jesús serían socialistas en la Venezuela actual y que el socialismo venezolano es socialismo porque prioriza al ser humano, en lugar del capital””[5].
Es meritorio recordar en 1950, a George Kennan, quien apuntaba, en una sesión informativa para embajadores en América Latina, que “una de las preocupaciones principales de la política exterior estadounidense debía ser la protección de nuestras materias primas, en un plano más amplio, de los recursos materiales y humanos que son nuestros por derecho legítimo. Para proteger nuestros recursos, debemos combatir una herejía peligrosa que, tal como señaló la inteligencia norteamericana, estaba proliferando en América Latina: la amplia aceptación de la idea de que el gobierno tiene la responsabilidad directa del bienestar del pueblo” (citado en Chomsky, 1988:34, subrayado nuestro).
Existe un estrecho paralelismo entre “la agresiva política extranjera de los EEUU, dirigida al control (directo o indirecto) de tan grande porción del globo como sea posible, por una parte y la enérgica política expansionista de los negocios norteamericanos por la otra” (Magdoff, 1969:15)
Con ello se muestra cuan difícil será mantener un modelo autónomo de desarrollo, dentro del “patio trasero” de EEUU, en especial en un territorio poseedor de grandes yacimientos de petróleo pesado y de una riqueza en biodiversidad como es el caso de Venezuela. Por ello no se puede ser tan optimista y creer ciegamente que el modelo venezolano podrá sostenerse más allá de lo que el gobierno de EEUU así lo desee. Sin embargo, es de vital importancia tener presente la estrategia de contención llevada a cabo por Venezuela al unísono con potencias como Rusia, Brasil China e India, sino también con países de gran valor estratégico como es el caso de Cuba, Bolivia, Irán, Ecuador, entre otros.
Para EEUU “controlar los recursos en materias primas es a la vez un mecanismo protector contra la presión de los competidores, y un arma ofensiva para tener a raya a los competidores no integrados. La propiedad y el control de los abastecimientos de materia prima son, por norma, un requisito esencial de la capacidad de una firma o de un grupo de firmas líderes para limitar la competencia nueva y controlar la producción y los precios de los productos terminados. Es más: la propia dimensión de las grandes firmas verticalmente integradas les da los recursos para explotar y desarrollar nuevas fuentes potenciales alrededor del mundo” (Magdoff, 1969:40).
De ahí que, para que el modelo de desarrollo que se está gestando en Sudamérica sea realmente autónomo y, además, pueda soportar, al menos por un lapso de tiempo más a lo esperado por los designios de Washington, los embates del imperialismo, este modelo debe presentarse como una revolución que tienda hacia una ruptura. Una ruptura radical de los “Dogmas Fundamentalistas de Occidente”.
A eso es lo que teme EEUU y la red imperialista. La posibilidad de que esa ruptura sea contagiosa y con ello se desate un “efecto dominó” en el continente, y posteriormente a nivel mundial. Por ello, EEUU “negocia” Tratados de Libre Comercio de forma geoestratégica, vigilando de esa forma a los países que no se guíen por el “american way of life”[4].
Se debe tener presente, en relación con lo anterior, es que: “lo que es importante para la comunidad comercial, y al sistema de los negocios como un todo, es que la opción: inversión extrajera (y comercio extranjero) permanezca abierta. Para que esto adquiera un significado el sistema de empresa privada requiere, como mínimo, que los principios políticos y económicos del capitalismo prevalezcan y que queden abiertas completamente las puertas para el capital extranjero en todo momento (Magdoff, 1969:23).
Sin embargo, al contemplar las afirmaciones de Hugo Chávez en cuanto al modelo “alternativo” de desarrollo, su “socialismo del siglo XXI”, no se puede decir más que nihil novum sub sole, nada nuevo bajo el sol; no se contempla ruptura alguna de los preceptos occidentales. Como es el caso de cuando Chávez afirma que la revolución es "nacionalista, bolivariana y cristiana". Asimismo sostiene que “Bolívar y Jesús serían socialistas en la Venezuela actual y que el socialismo venezolano es socialismo porque prioriza al ser humano, en lugar del capital””[5].
Cuando el mismo Chávez niega que se este improvisando la transición hacia el socialismo, recuerda, más bien la famosa “dictadura del proletariado”, sumándose, además, sus intenciones de continuar en el poder tras el fin de su segunda administración. Con ello, se contempla que ese modelo “alternativo” más que ser una propuesta de desarrollo autónomo podría ser catalogada más como de carácter personalista que una propuesta participativa creada por y para la población.
Hasta el momento, pues sería un terrible error, el modelo de desarrollo venezolano no varía en mucho de los preceptos occidentales en relación al desarrollo. Sus propuestas para llegar al socialismo más allá del plano teórico, pueden tornarse al final en una especie de “dictadura del proletariado” y consecuentemente la posibilidad de un verdadero desarrollo autónomo caerá en la utopía.
Hay que rescatar, sin embargo, la fuerte tendencia a la nacionalización y la mejor redistribución de la riqueza que realiza el gobierno de Chávez; además de la propuesta del ALBA, pieza intrínseca del “modelo de desarrollo venezolano”, es un elemento que debe ser rescatado, pues cumple la importancia de ser un mecanismo, de cierto modo, alternativo a la propuesta del ALCA de los EEUU, con el propósito de crear su “Fortaleza América” para las proyecciones mundiales del hegemón en decadencia.
Otro elemento que debe rescatarse a favor de este incipiente modelo de desarrollo es que “existe una enorme fragmentación en la comprensión del concepto "socialismo del siglo XXI" que según la intención del Presidente sería el vehículo teórico estratégico para llevar la Revolución Bolivariana hacia la sociedad poscapitalista”[6].
Esta fragmentación, Afirma Dieterich, “resulta de varios hechos, entre ellos: a) de la ausencia de una vanguardia nacional y de un estrato de cuadros medios, capaces de explicar a las clases sociales lo que es el socialismo del siglo XXI; b) la distorsión premeditada de la discusión por parte de intelectuales oligárquicos y, también, de sectores “antisocialistas” y “antibolivarianos” dentro y fuera del "Chavismo"; c) la falta de asimilación del único paradigma científico existente del Socialismo del Siglo XXI, elaborado por las Escuelas de Bremen y de Escocia, que resulta en un nivel precientífico de comprensión de los grados de libertad -las posibilidades de evolución- de la Revolución Bolivariana”[7]. Con ello, este modelo, tiene como uno de los principales puntos a favor su reciente planteamiento y puesta en práctica.
Hasta el momento, pues sería un terrible error, el modelo de desarrollo venezolano no varía en mucho de los preceptos occidentales en relación al desarrollo. Sus propuestas para llegar al socialismo más allá del plano teórico, pueden tornarse al final en una especie de “dictadura del proletariado” y consecuentemente la posibilidad de un verdadero desarrollo autónomo caerá en la utopía.
Hay que rescatar, sin embargo, la fuerte tendencia a la nacionalización y la mejor redistribución de la riqueza que realiza el gobierno de Chávez; además de la propuesta del ALBA, pieza intrínseca del “modelo de desarrollo venezolano”, es un elemento que debe ser rescatado, pues cumple la importancia de ser un mecanismo, de cierto modo, alternativo a la propuesta del ALCA de los EEUU, con el propósito de crear su “Fortaleza América” para las proyecciones mundiales del hegemón en decadencia.
Otro elemento que debe rescatarse a favor de este incipiente modelo de desarrollo es que “existe una enorme fragmentación en la comprensión del concepto "socialismo del siglo XXI" que según la intención del Presidente sería el vehículo teórico estratégico para llevar la Revolución Bolivariana hacia la sociedad poscapitalista”[6].
Esta fragmentación, Afirma Dieterich, “resulta de varios hechos, entre ellos: a) de la ausencia de una vanguardia nacional y de un estrato de cuadros medios, capaces de explicar a las clases sociales lo que es el socialismo del siglo XXI; b) la distorsión premeditada de la discusión por parte de intelectuales oligárquicos y, también, de sectores “antisocialistas” y “antibolivarianos” dentro y fuera del "Chavismo"; c) la falta de asimilación del único paradigma científico existente del Socialismo del Siglo XXI, elaborado por las Escuelas de Bremen y de Escocia, que resulta en un nivel precientífico de comprensión de los grados de libertad -las posibilidades de evolución- de la Revolución Bolivariana”[7]. Con ello, este modelo, tiene como uno de los principales puntos a favor su reciente planteamiento y puesta en práctica.
Por último, y a modo de conclusión, Carmen, acierta al afirmar que “la liberación vendrá de un cambio drástico y una reevaluación de valores culturales, espirituales y éticos, que eventualmente se manifestarán en una transformación, tanto de la sociedad como de la economía (2004:31). Es pues, el único camino hacia la libertad y el desarrollo pleno del humano, la transmutación de los valores, expuesta por Nietzsche, ya que “la humanidad hasta el presente ha creado una serie de valores que se oponen a la vida, basándose en ideas –ficciones- de carácter universal que se fundamentan en una realidad fuera del mundo. Todo esto ha llevado consigo la destrucción del ser humano” (Gómez, 2000,164).
Resulta importante tener presente la situación de crisis que vivimos actualmente, donde, por ejemplo, “la cuestión de la comida (y la falta de comida) llega a las raíces mismas del mal funcionamiento económico y político. En otras palabras, vivimos en un mundo defectuoso o maldesarrollado, o bien sobredesarrollado o bien subdesarrollado (Lebrel, 1965, citado por Carmen, 100)
Resulta importante tener presente la situación de crisis que vivimos actualmente, donde, por ejemplo, “la cuestión de la comida (y la falta de comida) llega a las raíces mismas del mal funcionamiento económico y político. En otras palabras, vivimos en un mundo defectuoso o maldesarrollado, o bien sobredesarrollado o bien subdesarrollado (Lebrel, 1965, citado por Carmen, 100)
Si no alcanzamos la transmutación y con ello la humanización de la humanidad, es prácticamente imposible salir del maldesarrollo en el que nos encontramos y toda la sociedad, junto al planeta colapsará (colapso que ya ha comenzado) producto de un sistema político-económico insostenible.
Referencias
Carmen, R. 2004. Desarrollo Autónomo. Trad. Saxe Fernández, E. Heredia: EUNA.
García Canclini, N. 2002. La Globalización Imaginada. México: Editorial Paidós.
Hinkelammert, F. 1983. Dialéctica del desarrollo desigual. San José: EDUCA.
Marcuse, H. 1972. El Hombre Unidimensional. Trad. Elorza, A. Barcelona: Editorial Seix Barral.
Orwell, G. 2002. 1984. Trad. Silva Villar, J.A. México D.F.: Grupo Editorial Tomo.
Suáres Salazar, L. 2005. Reforma, contrarreforma, revolución y contrarrevolución en América Latina y el Caribe: Algunas hipótesis. Ponencia encuentro AUNA-Cuba. Mimeo.
Referencias Internet
A Política Econômica do Governo Chávez; Luciano Wexell Severo
Publicación del ALBA. www.portalalba.org
Cockroft, J. 2006. Los desafíos de América Latina al Imperialismo. www.rebelion.org
Dieterich, H. 2005. Venezuela. ¿puede triunfar el socialismo del Siglo XXI? En www.rebelion.org
Carmen, R. 2004. Desarrollo Autónomo. Trad. Saxe Fernández, E. Heredia: EUNA.
García Canclini, N. 2002. La Globalización Imaginada. México: Editorial Paidós.
Hinkelammert, F. 1983. Dialéctica del desarrollo desigual. San José: EDUCA.
Marcuse, H. 1972. El Hombre Unidimensional. Trad. Elorza, A. Barcelona: Editorial Seix Barral.
Orwell, G. 2002. 1984. Trad. Silva Villar, J.A. México D.F.: Grupo Editorial Tomo.
Suáres Salazar, L. 2005. Reforma, contrarreforma, revolución y contrarrevolución en América Latina y el Caribe: Algunas hipótesis. Ponencia encuentro AUNA-Cuba. Mimeo.
Referencias Internet
A Política Econômica do Governo Chávez; Luciano Wexell Severo
Publicación del ALBA. www.portalalba.org
Cockroft, J. 2006. Los desafíos de América Latina al Imperialismo. www.rebelion.org
Dieterich, H. 2005. Venezuela. ¿puede triunfar el socialismo del Siglo XXI? En www.rebelion.org
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[1] Galbraith, J. 1956. American Capitalism; citado en Marcuse, H.1972. El Hombre Unidimensional. 9ª ed. Trad. Elorza, Antonio. México: editorial Seix Barral. P. 225
[2] Hinkelammert propone un análisis interesante al diferenciar la sociedad tradicional de la sociedad subdesarrollada. “la sociedad tradicional es una sociedad no desarrollada (…) El desarrollo como categoría propia surge con el advenimiento de la Revolución Industrial; antes de esta, carece de sentido hablar de desarrollo. La sociedad tradicional no sabe que es tradicional, en tanto que la sociedad desarrollada sabe que lo es, y sabe también, en consecuencia, que las sociedades previas a la Revolución Industrial son tradicionales”. Mientras que, “ la sociedad subdesarrollada sabe que es subdesarrollada. La sociedad tradicional termina y desaparece en cuanto sabe que lo es. Al tomar conciencia de su condición, el subdesarrollo no desaparece de ninguna manera (…) Entre sociedad tradicional y sociedad desarrollada no se intercala necesariamente la fase del subdesarrollo, sino que, por el contrario, subdesarrollo y desarrollo son formas sociales que conviven y se refuerzan mutuamente (1983:16-18)
[3] Entiéndase Capitalismo, Socialismo, Cristianismo y Democracia. Esto quiere decir, siguiendo el discurso occidental: no existe un sistema económico que no sea el capitalismo, sólo existe una religión verdadera y es el cristianismo, es impensable otro sistema político que no sea la democracia. Y a quien se le ocurra criticar al capitalismo; o rechazar la existencia de una idea cínica divinizada (mejor llamada dios) o creer en otros; o el simple hecho de dudar de la eficiencia de lo que se conoce como democracia, es catalogado como personae non gratae en esta sociedad, incluso en este planeta.
[4] Para comprender la estrategia geopolítica detrás de los TLC véase mi “Más allá del libre comercio: seguridad esencial. En http://leavingwonderland.blogspot.com
[5] Dieterich, H. 2005. Venezuela. ¿puede triunfar el socialismo del Siglo XXI? En www.rebelion.org
[6] Dieterich, H. Loc. Cit.
[7] Ídem
[2] Hinkelammert propone un análisis interesante al diferenciar la sociedad tradicional de la sociedad subdesarrollada. “la sociedad tradicional es una sociedad no desarrollada (…) El desarrollo como categoría propia surge con el advenimiento de la Revolución Industrial; antes de esta, carece de sentido hablar de desarrollo. La sociedad tradicional no sabe que es tradicional, en tanto que la sociedad desarrollada sabe que lo es, y sabe también, en consecuencia, que las sociedades previas a la Revolución Industrial son tradicionales”. Mientras que, “ la sociedad subdesarrollada sabe que es subdesarrollada. La sociedad tradicional termina y desaparece en cuanto sabe que lo es. Al tomar conciencia de su condición, el subdesarrollo no desaparece de ninguna manera (…) Entre sociedad tradicional y sociedad desarrollada no se intercala necesariamente la fase del subdesarrollo, sino que, por el contrario, subdesarrollo y desarrollo son formas sociales que conviven y se refuerzan mutuamente (1983:16-18)
[3] Entiéndase Capitalismo, Socialismo, Cristianismo y Democracia. Esto quiere decir, siguiendo el discurso occidental: no existe un sistema económico que no sea el capitalismo, sólo existe una religión verdadera y es el cristianismo, es impensable otro sistema político que no sea la democracia. Y a quien se le ocurra criticar al capitalismo; o rechazar la existencia de una idea cínica divinizada (mejor llamada dios) o creer en otros; o el simple hecho de dudar de la eficiencia de lo que se conoce como democracia, es catalogado como personae non gratae en esta sociedad, incluso en este planeta.
[4] Para comprender la estrategia geopolítica detrás de los TLC véase mi “Más allá del libre comercio: seguridad esencial. En http://leavingwonderland.blogspot.com
[5] Dieterich, H. 2005. Venezuela. ¿puede triunfar el socialismo del Siglo XXI? En www.rebelion.org
[6] Dieterich, H. Loc. Cit.
[7] Ídem
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