lunes, julio 19, 2010

Religión y guerra en Costa Rica: una unión carnal.

Para la revista de Literatura y Pensamiento PEZÓN
 
De entrada podría parecer extraña la relación entre la iglesia católica (*), el “observatorio ciudadano por la vida y la familia” y su campaña contra la población LGBT, y la entrada de buques de guerra estadounidenses a territorio costarricense. Pero una mirada atenta a ambas cuestiones nos permitirá comprender el vínculo entre estos hechos.

Una aproximación inicial nos presentaría una primera relación: la religiosidad de la oligarquía nacional, la misma que invitó a Steven Seagal para asesorarnos en temas de seguridad, pero que al final solo nos dejó alborotados. No sería de extrañar que ante el posible rechazo de Chuck Norris de venir a Costa Rica para asesorarnos también en temas de seguridad, la oligarquía nacional no le quedó de otra que considerar a los militares estadounidenses como una “alianza necesaria” para combatir un flagelo que la misma oligarquía ha fomentado.

Pero la religiosidad de la oligarquía es más que un ir devotamente a misa los domingos, como hacen algunas personas que profesan dicha religión. No, la relación entre el grupo oligárquico y el clero es mucho más carnal, al punto en el que la iglesia no sólo unge a la “emperatriz” Chinchilla (quien cumple un rol meramente simbólico, como una reina en una monarquía parlamentaria), como hija predilecta de una figura mítico-totémica de segunda categoría (en el patriarcado la mujer siempre es relegada a un segundo lugar pasivo), sino también en la invitación a los representantes de la conferencia episcopal por parte del Ejecutivo para crear una comisión que garantizará “un mecanismo permanente de relación entre el gobierno y la iglesia católica”. Ni que hablar del beneplácito, tácito, que le otorga la administración Chinchilla a la iglesia y a los grupos conservadores para que hagan y deshagan en el tema de las uniones gais y el reconocimiento de sus derechos, al afirmar que “No es una prioridad” de su gobierno, como si lo es, paradójicamente, que la comunidad internacional reconozca al régimen golpista hondureño, violador flagrante de Derechos Humanos o adscribirse incondicionalmente a la política exterior estadounidense.

Hasta este punto, ya sabemos que el papel de la “emperatriz” ha sido el posar para la revista Perfil y meditar sobre sí a la figurilla mítico-totémica a la que el patriarcado reprimió sexualmente le interesará o no ser partícipe de los “asuntos terrenales”. Además de su cercanía con la iglesia católica, cuya misión ya no consiste en la salvación de almas, sino también hacer de prestamista e inversora, ya que las limosnitas no dan para más, “por eso de la crisis” y por que “dios es una mala paga”. Sin olvidar el apoyo a su postura declaradamente homofóbica. Pero, ¿Cuál es la relación entre el discurso homofóbico cristiano-católico y la entrada de embarcaciones militares estadounidenses? La respuesta es muy sencilla: el discurso inmunitario.

Ambos discursos tienen como rasgo esencial la intrusión y/o contaminación que amenaza con disolver, penetrar, alterar, transformar y corromper lo social, la comunidad en sí misma. Ambos discursos llevan al extremo dicha amenaza, que presentan como inminente. Cabe rescatar aquí lo que plantea Eduardo Saxe en su libro Colapso Mundial y Guerra sobre este punto: “la inminencia es la última fase de la amenaza, y se confunde casi con el “peligro”. Pues la amenaza puede aumentar, con lo que las probabilidades de daño también crecen, mientras que los plazos tienden a reducirse, correspondientemente un “peligro” aparece cuando la amenaza deja de ser inminente y empieza a cumplirse y realizarse. La destrucción que trae ese creciente peligro puede ampliarse hasta afectar los componentes y relaciones básicos de las personas o entidades perjudicadas, dañadas”.

La homosexualidad y el narcotráfico son presentados, conjuntamente, como la destrucción de la vida misma y la familia. La amenaza se presenta como inminente al utilizar el abandono y la desprotección de las ideas cínicas divinizadas: dios y el estado. La muerte y la disolución de lo social se hace inminente debido a que nos hemos alejado de dios y por que el estado se ha vuelto incapaz de protegernos. En otras palabras, nos hacen creen que nos encontramos en una especie de “estado fallido”.

La sensación de desamparo tiende a provocar un estado de incertidumbre, de miedo. Erich Fromm en Miedo a la Libertad sostiene que “a menos que pertenezca a algo, a menos que su vida posea algún significado y dirección, se sentirá como una partícula de polvo y se verá aplastado por la insignificancia de su individualidad”. El miedo a la soledad y a la muerte se convierte en cotidianidad. Lo que nos relaciona es una guerra de todos contra todos al mejor estilo hobbesiano... ¡Oh! ¿Y ahora quién podrá defendernos? Cri cri cri... No, no esperen al Chapulín Colorado, que ya está en el geriátrico. Curiosamente lo que nos sacará de esa lucha a muerte, es, precisamente, otra lucha a muerte (Sí, lo sé, apesta a Hobbes). La salvación del “nosotros” implica la destrucción de los “otros” que nos amenazan.

Y es en este punto en el que hace aparición la lógica inmunitaria. El referendo del odio y la entrada de buques de guerra estadounidenses son los instrumentos que “nosotros” tenemos para inmunizarnos -protegernos- de la amenaza de los “otros”. La inmunización controlará la contaminación.

Otro ejemplo de la campaña inmunitaria de la iglesia católica es la “puerta santa” -la nueva atracción del parque de diversiones-, que garantiza para quien pase por ella, la obtención de una “indulgencia plenaria”, como si se tratase de un premio de “turno”. La esencia de la “puerta santa” es la celebración “del misterio de la vida y el matrimonio entre varón y mujer”, es decir, la reafirmación de la vida mientras se niega la vida misma y derechos a todas aquellas personas que no se adecuen a los patrones medievales de la iglesia. Pienso que no sería de extrañar que tras la impunidad concedida por el gobierno a los militares estadounidenses, la iglesia ofrezca las “bondades” de la puerta, para que los militares puedan realizar sus “andanzas” sin cargos de conciencia.

Inmunizar la comunidad implicará la constitución de una nueva comunidad con un aparato inmunitario reforzado (tremenda contradicción en cuanto la immunitas es lo contrario de la communitas). En otras palabras, para enfrentar la condición de “estado fallido” se debe consolidar un “estado total”, es decir aquél estado que protegerá la nueva “unidad política” mediante la supresión de la disidencia, declarando una “guerra total” contra un enemigo totalizado (¡Ufa! Nos embarramos de fascismo). Así nos incorporamos a una guerra sin cuartel, en el que la neutralidad no es permitida, es la lógica de la guerra contra el terrorismo, en la que sólo se aceptan dos posturas: Amistad o Enemistad; adentro o afuera, ¿están conmigo o en mi contra? Es la postura de Vittorino Girardi, obispo de Tilarán-Liberia; de Mauricio Boraschi, el zar contra el narcotráfico; de George W. Bush, quien no necesita presentación; y cuyo ideólogo no es otro que el iusfilósofo del nazismo, Carl Schmitt.

La política de inmunización es legitimada tanto divina como políticamente: La “hija predilecta” de la figurilla mítico-totémica es galardonada con un doctorado “honoris causa” por “su liderazgo en temas de seguridad humana, paz y democracia”, haciendo que la militarización se entienda como una pacificación y la suspensión del estado de derecho -estado de excepción-, para la consolidación del estado total, sea vista como la protección del mismo estado de derecho (la lógica inmunitaria afirma negando).

El no ver como una prioridad el tema de las uniones gais por parte del gobierno, y la indeterminación de la iglesia católica sobre la entrada de embarcaciones militares, evidencia la complicidad existente, esa unión carnal entre religión y guerra, ambos son mecanismos inmunitarios, que a escala mundial se refleja en el reordenamiento jurídico-político resultante de la guerra contra el terrorismo y la reevangelización propuesta por Ratzinger.

Por último, cabe destacar que las cuestiones que al comienzo nos parecían no tener vínculo alguno terminan por coincidir, curiosamente, hasta en el plano geopolítico: tanto la guerra contra el narcotráfico -”terrorismo latinoamericano”-, y la reevangelización ratzingeriana, pretenden retomar el control de América del Sur, aquella que en tiempos de las dictaduras de seguridad nacional era aliada tanto de Estados Unidos como del Vaticano.

En fin, seremos salvados por aquellos que, irónicamente, atentan contra nuestra vida. Y al final sólo nos dirán: “podéis (mor) ir en paz”.
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* Intencionalmente no se utilizan algunas mayúsculas.