viernes, junio 08, 2007

Globalización: Fantasmagoría del Imperialismo

La globalización es concebida como un proceso de apertura de mercados, libertad de comercialización, libre flujo de capitales, la integración mundial de bienes, servicios, procesos de producción, mercados de trabajo, tecnologías y capitales. Además cuenta con un auge y perfeccionamiento de las comunicaciones y un desarrollo del transporte mundial. Sin embargo, la globalización, actualmente, no cuenta con un significado concreto, comprensible y decisivo y en medio de sus muchas manifestaciones, es casi imposible establecer los campos a los que a ella pertenecen y menos aún entender las relaciones que se realizan en su seno.

Es en este punto que podemos preguntarnos: ¿este proceso, en que nos encontramos, es realmente la globalización? O ¿es simplemente una máscara que se le ha puesto al imperialismo de las potencias occidentales?.

La globalización puede compararse a la idea de dios. Ambos son inexplicables, invisibles, “ineludibles”, se supone que todos estamos sometidos ante ellos, omnipresentes, homogenizadores, aunque también marginadores. Pero sobre todo en lo que más se parecen es que ambos son ideas cínicas divinizadas creadas por “sacerdotes”, con el propósito de sostener su imperio, de justificar su insaciable necesidad de acumulación de riquezas, su incansable búsqueda de poder y el control del mundo.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 no solo marcan el inicio de una nueva era dominada por la Realpolitik
[1], sino también, como se explicó anteriormente, el fin de una era de incertidumbre donde el estudio de las relaciones internacionales estuvo dominada por teorías como el neorrealismo, neoliberalismo y el globalismo[2] y por ende del fenómeno de su estudio, mejor conocido como la globalización.

Ese mundo de las maravillas económicas que tanto defienden los idealistas económicos, ha dejado ya de existir, si es que alguna vez existió. Después de los atentados del 11 de Septiembre de 2001, culmina la globalización.

Lo que se desarrolló en la década de los noventa, fue el imperialismo suave, es decir, la tendencia por la cual se trata de “influir” (dominar, controlar) por medio de mecanismos como la cultura y el comercio
[3] a otros Estados. Y, aunque se de por mecanismos suaves, su objetivo es el mismo que del imperialismo duro o militar, la conquista de territorios y recursos para la metrópoli. Globalización fue el nombre con el cual se pretendió ocultar, normalizar, naturalizar, justificar y suavizar esa dominación.

Hinkelammert afirma que la globalización puede -debe- ser entendida como una estrategia frente a una globalidad de la tierra producida por hechos históricos, una estrategia de aprovechamiento frente a la accesibilidad del mundo
[4]. Fenómenos disímiles que en la retórica del globalismo han sido unificados para presentar a la globalización como la solución de todos los problemas de la humanidad. Sin embargo, la globalización no es la promotora ni la causante de la globalidad de la tierra, que prácticamente inicia, producto de los procesos de hominización, en el Pleistoceno Inferior, hace 1,7 millones de años. Debido a que “en la evolución de nuestro género hemos desarrollado de forma potente la capacidad técnica de transformación del mundo, y esta adaptación nos ha permitido sobrevivir más años de lo que sería natural” (Carbonell, E; Sala, R. 2002:27).

Entre las razones por las que se debe descartar la continuidad y/o la aplicación de la globalización, está el paso de una agenda internacional económica y de cooperación que imperó en la década de los noventa, a una agenda dominada por el campo militar. Todo cambia su contenido, las reuniones bilaterales y/o multilaterales llegan a poseer cláusulas militares, la economía pasa a ser economía de guerra, las fluctuaciones en las finanzas van a estar determinadas por las tensiones bélicas que se gestan en diferentes regiones del mundo, la formación de alianzas tienen un propósito estratégico, en un bando, la formación de una coalición que le permitirá al ya decadente hegemón consolidarse como imperio universal; mientras que en el otro bando, la concreción de Bloques de contención imperial. Esta nueva tendencia internacional es, de acuerdo con Wim Dierckxsens, también uno de los elementos por los que culmina la “globalización”, ya que las relaciones político-económico (incluso las militares) se desarrollarán intra-inter bloques
[5].

Este argumento se corroboraría sí interpretamos a la globalización como la puesta en práctica de la Grossraumwirtschaft, teoría nacional-socialista expuesta por Karl Haushoffer. En la cual se contemplaba que la era de los Estado-nación, como unidad económica, ya había pasado, y que estos debían reemplazarse por la idea de las grandes áreas (Grossräume) que presentaran una cierta unidad geográfica y económica (Saxe, J, 2001:169). Sin embargo lo que se pretendía con dicha teoría era la creación de “bloques económicos” en torno a Estados industrializados, desde los cuales dichos Estados, podrían aprovechar las materias primas y los recursos de sus bloques respectivos. Desarrollar políticas revisionistas en esas áreas de dominación, deponer gobiernos opositores y colocar (o simplemente apoyar) gobiernos clientelares (por ejemplo, las dictaduras de seguridad nacional en Latinoamérica, la mejor muestra del terrorismo estatal auspiciado por EEUU). Y como fin ulterior estos bloques llegarían a constituirse como lebensraum
[6] (espacio vital) de los estados de capitalismo monopólicos o imperialistas.

En la idea de sus promotores, la globalización debía conducir a una disminución de los conflictos al generalizar los beneficios del desarrollo económico y tecnológico y reforzar la transparencia internacional gracias a los medios de comunicación. Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 obligan a realizar otra lectura del sistema internacional y de los fenómenos que en él se desarrollan. La adquisición de instrumentos de violencia radical por grupos o individuos cada vez más numerosos es ella misma un producto de la globalización. Uno de los principales rompecabezas de las políticas de control en la exportación de bienes y tecnologías sensibles es la dificultad actual de conocer el uso, civil o militar, de muchos productos cuya diseminación es difícil impedir porque tiene un doble uso potencial. La globalización incrementa también la posibilidad de contagio de los conflictos locales y permite que cualquiera mida las diferencias entre los distintos países o zonas geográficas. (Delpech, 2003b: 17)

A partir de ese día llegaba a su fin la fase expansiva de la posguerra fría y optimista de la globalización y se inauguraba otra etapa caracterizada como de “globalización defectiva” y “securitización” de la agenda global. (Bosoer, 2005: 93)

La principal economía del planeta, la estadounidense, inmersa en una situación de incertidumbre, redujo significativamente los niveles de su comercio exterior. Recuérdese al respecto que las importaciones estadounidenses recularon un 14% en septiembre del 2001, en tanto las exportaciones menguaron un 8%. Esto al margen, los atentados se saldaron, según una estimación, con una reducción de un 2% en el PIB de EEUU, un guarismo que, aunque doblaba el registrado con ocasión de la guerra de 1991 en el golfo Pérsico, era menor que el provocado por la crisis del petróleo de 1975 (3%) y 1982 (4%) (Taibo, 2005:121)

Y aunque EEUU sigue siendo formalmente el adalid de la globalización capitalista, en realidad estaría defendiendo una singularísima modalidad de ésta claramente subordinada a los intereses propios (2005:121). Sus políticas revisionistas muestran un claro abandono de la mano invisible de los mercados al utilizar un puño, cada vez más visible, hay que preguntarse -siguiendo la línea de Taibo-, ¿para que competir si se pueden imponer normas de obligado cumplimiento a los demás? (2005:122), para perder el tiempo en obedecer las leyes del libre mercado, parece ser lo que orbita en las mentes de los Think Tanks estadounidenses, si se puede recurrir a la fuerza para lograr los objetivos planteados. Thomas Friedman, es uno de esos claros ejemplos, pues afirma que “la mano oculta del mercado nunca funcionará sin un puño oculto. McDonald’s no podría florecer sin McDonell Douglas, el fabricante del F-15. Y el puño que oculto garantiza que el mundo es seguro para las tecnologías del Silicon Valley se llama ejército, fuerza aérea, armada y cuerpo de marines de EEUU” (citado por Taibo, 2005:122). Este puño oculto se puede encontrar en los “acuerdos de libre comercio” que EEUU ha realizado en la región latinoamericana, desde la ASPAN o TLCANplus
[7], hasta en el TLC con los países centroamericanos y República Dominicana. En este tratado, el recurso a la fuerza se encuentra plasmado en el capítulo 21 de Excepciones, en el punto 2, llamado “seguridad esencial” que puede y/o debe ser considerado como una cláusula policíaco-militar que abre paso a la posibilidad de invasiones militares en los países firmantes o el apoyo incondicional a las incursiones militares que EEUU realice en cualquier parte del mundo[8]. Es interesante, como una cláusula de esta envergadura no sea estudiada, ni mencionada, ni siquiera conocida por todos los “TLCfilos[9]” y se debaten más sobre si es un tratado o un acuerdo.

El surgimiento de un capitalismo salvaje era ya contemplado a inicios del siglo XX por Lenin, quien afirmaba que “el capitalismo se ha transformado en un sistema universal de sojuzgamiento colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países ‘adelantados’ (Lenin, 1977:9). Acaba con su fantasmagórica máscara, y muestra su verdadero rostro: el imperialismo. También sostenía que “ese capitalismo de la libre competencia, con su regulador absolutamente indispensable, la Bolsa, pasa a la historia. En su lugar ha aparecido el nuevo capitalismo, que tiene los rasgos evidentes de un fenómeno transitorio, que representa una mezcolanza de la libre competencia y del monopolio. Surge de manera natural la pregunta: ¿en qué desemboca la “transición” del capitalismo moderno?. Desemboca esta transición del capitalismo moderno, del capitalismo en su fase imperialista” (1977: 43)

De todos los fenómenos que caracterizaron a la globalización, el más sobresaliente fue el de la “internacionalización económica”, lo que viene a significar que es un proceso de desarrollo capitalista, por lo que es intrínsicamente expansionista, con grandes rasgos coloniales e imperiales (Saxe, J, 1999:9). Por lo que muestra que el nuevo campo de acción continúa con las experiencias anteriores en cuanto al asimétrico contexto de poder internacional y nacional, dentro del cual, ocurren los flujos comerciales, de inversión, y las transferencias de tecnología y de esquemas productivos
[10]. El proceso de globalización conlleva a la inequidad, el conflicto, la dominación, la apropiación del excedente y las contradicciones interestatales, de clase y etnia, de género y de mercados. Por dichas razones, la globalización es un proceso del imperialismo producto del sistema polarizante del capitalismo. Como afirma Habermas, “con la modernización capitalista ha prevalecido, (...) un proceso selectivo de racionalización que conduce a la colonización del mundo de la vida y a la generación de crisis y patologías”[11].

Según Eudald Carbonell y Robert Sala, la globalización “… consiste en continuar los procesos de colonización ya iniciados en la Antigüedad y que ha tenido tanto éxito en los últimos siglos. Su última expresión es la creación de zonas con una fiscalidad especial en países del Tercer Mundo para atraer a empresas del Primer Mundo que allí pueden ignorar impunemente las legislaciones encaminadas a proteger los derechos de los trabajadores –que en sus países de origen ha costado decenios de lucha conseguir- y ahorrarse un volumen importante de impuestos que servirían para conseguir una cierta redistribución de las rentas” (Carbonell y Sala, 2002:203).

Si se revisa el pasado, se contemplan las enseñanzas que deja la historia. “La destrucción progresiva de las estructuras intermedias del Antiguo Régimen en Francia durante los siglos XVII y XVIII, progresivamente aisló a los individuos frente al Estado y fue una de las grandes causas de la violencia revolucionaria. Si avanzamos doscientos años más tarde podemos ver en la globalización una radicalización a escala planetaria de un fenómeno comparable, precursor de movimientos revolucionarios de un nuevo tipo, que expone a los individuos directamente a las coerciones no del Estado sino de la economía global” (2003b: 18).

Es un proceso polarizante, ya que concomita con la construcción de centros de dominación y de periferias dominadas. En esta teoría de la expansión mundial del capitalismo, las transformaciones cualitativas de los sistemas de acumulación entre una fase y otra de su historia construyen las formas sucesivas de la polarización asimétrica centros / periferias, es decir, del imperialismo concreto (Amin, 2003).

Pablo González Casanova, afirma que “...la globalización es un proceso de dominación y apropiación del mundo. La dominación de estados y mercados, de sociedades y pueblos, se ejerce en términos político-militares, financiero-tecnológicos y socio-culturales. La apropiación de los recursos naturales, la apropiación de las riquezas y la apropiación del excedente producido se realizan –desde la segunda mitad del siglo XX– de una manera especial, en que el desarrollo tecnológico y científico más avanzado se combina con formas muy antiguas, incluso de origen animal, de depredación, reparto y parasitismo, que hoy aparecen como fenómenos de privatización, desnacionalización, desregulación, con transferencias, subsidios, exenciones, concesiones, y su revés, hecho de privaciones, marginaciones, exclusiones, depauperaciones que facilitan procesos macrosociales de explotación de trabajadores y artesanos, hombres y mujeres, niños y niñas. La globalización se entiende de una manera superficial, es decir, engañosa, si no se le vincula a los procesos de dominación y de apropiación”
[12].

Es por lo tanto, el actual proceso de globalización, que vive el mundo, la fase de imperialización del capitalismo más salvaje, lo que podríamos catalogar como el capitalismo cínico, una tendencia que no reconoce derechos humanos frente a los derechos empresariales
[13]. Una corriente que se fundamenta en la economía de la vida, una lucha por la supervivencia de los más aptos. El resto, siguiendo esta tendencia, ya no deben ser olvidados, como se suponía anteriormente, creyendo que en su mediocridad, poco a poco iban a desaparecer, sino más bien, deben de ser considerados como nopersonas[14]. “La estrategia de acumulación llamada globalización de ese capitalismo salvaje quiere el dominio total, acelera el automatismo autodestructor del mercado y transforma paulatinamente la sociedad burguesa en una sociedad fundamentalista, que busca imponer sus puntos de vista en todas partes, por la violencia policial y militar si es necesario”(Merino, 2003:6). Principalmente por parte de occidente, por lo que podríamos afirmar que la globalización debe ser considerada como occidentalización, en cuanto Occidente (principalmente Estados Unidos), busca imponerse ante todo el mundo, y con ello sus dogmas fundamentalistas excluyentes (capistalismo, cristianismo y “democracia”[15])

Se observa como esa economía de la vida se ve justificada en el discurso de los globalistas, cuando afirman que la idea de la dominación y la apropiación son resultados inevitables de la globalización porque se trata de una ruptura histórica y de un nuevo paradigma tecnológico ante los que no existen alternativas. Esto se ve reflejado en las crecientes inequidades, polarización, hiperconcentración de la riqueza y brutal redistribución regresiva del producto mundial bruto a favor de los países capitalistas avanzados, de sus empresas multinacionales y de su enramado de relaciones clientelares con el Tercer Mundo (1999:12). Otro de los argumentos de los globalistas es que la globalización se sigue como consecuencia de la internacionalización de la producción y distribución económicas. Lo más difícil es determinar el tipo de internacionalización de que se trata ahora, porque ha sido característica del capitalismo su expansionismo mundial (Saxe, E.,1999:293).

La globalización esta relacionada con “los procesos económicos de un mundo unificado (doctrina del One World) por la reuniversalización del capitalismo ante el llamado “colapso” de la URSS. En este sentido, Saxe-Fernández, recalca que la idea de globalización quiere decir, por una parte, universalismo capitalista, y por otra, hegemonía estadounidense” (1999:289). Esto debido a que es este país quien lleva la batuta en cuanto al control de la dirección del proceso de globalización. En otras palabras se podría afirmar que, el proceso de globalización, es simplemente la imperialización occidental del planeta bajo el dominio estadounidense. Además podemos ver en la actualidad como el proceso de globalización llega a mostrar su verdadero rostro: el imperialismo. Donde por medio de la doctrina de guerra permanente y su estrategia de la guerra preventiva, se pretende derrumbar el sistema internacional, con el fin de establecer un nuevo sistema que funcione en beneficio de los Estados Unidos
[16].

Otras de las contradicciones que presenta el discurso de los globalistas es sobre la desaparición del Estado, o simplemente la reducción de sus funciones y la posible aparición de lo que podríamos llamar Estado-Corporación, empresas transnacionales, que podrían sustituir a los Estados-Nación, como los encargados de la formulación de las políticas con las que se rige el sistema internacional. Sin embargo, se debe tener presente que “son de gran importancia la diferenciación territorial de los Estados y el mantenimiento de las fronteras estatales para la generación de precios nacionalmente diferenciados de bienes “no transables”, es decir que no circulan a través de las fronteras o cuya circulación trasnacional es muy reducida (servicios nacionales como comunicaciones, combustible, rentas inmobiliarias; Estructura de precios en la industria de la construcción y otras similares)”. Además que “los recursos políticos-militares de los Estados siguen siendo estratégicos para mantener o ampliar los espacios económicos y comerciales”(Vilas, 1999: 90). Aparte de esto es importante recalcar que “los Estados pervivirán en la medida en que es preciso que exista una instancia que imponga alguna disciplina, permita generar cierta confianza y opere a la manera de corrector de los desequilibrios más agudos en los momentos de crisis” (Taibo, 1999:180).

Alain Touraine sostiene que en efecto, “no sólo las economías siguen siendo ante todo nacionales –el caso de China y EEUU, por ejemplo- no sólo el mundo parece encaminarse hacia una trilateralización –Norteámerica, Japón y la Unión Europea; JSF-, más que hacia una globalización; no sólo en el terreno de las comunicaciones de masas asistimos a una hegemonía norteamericana más que a la internacionalización sino que, lo que es aún más importante, asistimos a la creación de redes financieras mundiales en lugar de a la creación de una economía mundial… estamos reviviendo a mayor escala lo que a principios del siglo XX se llamó imperialismo, es decir, el predominio del capital financiero internacional sobre el capital industrial nacional” (citado en Saxe-Fernández, J. 2006: 73-74).

La mundialización económica, que de lejos constituye a partir de los años noventa la dinámica dominante de nuestros tiempos, requería ser completada por un proyecto estratégico global en materia geopolítica para limitar la soberanía nacional
[17], y la guerra de Kósovo brindó la oportunidad para ello (Dierckkxsens, 2000b:71). Al querer poner límites a la soberanía nacional, también pone en discusión el status de las Naciones Unidas, como la expresión de los Estados-Nación unidos. Kósovo debía constituir un escenario exploratorio para imponer, mediante la fuerza militar hegemónica estadounidense dentro de la OTAN, un nuevo orden en las relaciones internacionales, útil para las negociaciones económicas estadounidenses en la OMC (2000b:72)

El paso de la exclusión de los contrincantes económicos por los mecanismos de mercado a su eliminación mediante el uso de la fuerza bruta, es lo que tiende a transformar, paulatinamente, el neoliberalismo en neofascismo
[18]. Es decir, en la actual crisis económica que vive el mundo, contrario a la estrategia de la globalización que buscaba la reducción (incluso la eliminación) de la soberanía nacional, para poder garantizar la estabilidad y la sobrevivencia de sus empresas, las potencias occidentales (en especial EEUU), deben recurrir a una mayor intervención estatal tanto nacional como internacionalmente, y con ello la promoción del nacionalismo (es aquí donde el discurso de la amenaza terrorista cumple su papel), por consiguiente, en esta lucha de las grandes transnacionales para acceder a mercados sin proteccionismos (sin soberanía), mediante el uso de la fuerza para el derrocamiento de la soberanía nacional, conduce a un fortalecimiento de la soberanía nacional de la potencia (EEUU) y como consecuencia sobresalen las políticas revisionistas del hegemón en decadencia.

Aunque EEUU y Occidente intenta protegerse del terrorismo (una nueva forma global de anarquía) a través del dominio soberano, la economía de mercado internacional (otra forma de nueva anarquía global) socava la propia idea de soberanía. Aunque EEUU ha construido el mundo a su imagen y semejanza, se ve forzado a controlar su propia economía, porque la interdependencia permite que el capital, el empleo y la inversión se trasladen a donde quieran, independientemente de la soberanía americana. EEUU puede difundir una civilización cultural pop de películas, música, software, comida rápida y tecnología de la información por todo el mundo hasta que éste renazca como un McWorld, pero no puede controlar el golpe de la yihad, pues la interdependencia concede a la yihad los medios necesarios para hacer frente al McWorld (Terrorismo Global), unos medios no menos impresionantes que los que posee el McWorld para combatir la yihad (mercados globales). De hecho, en cierto modo se trata de los mismos medios, en el sentido de que ambos se fundamentan en la anarquía global que promueven (Barber, 2004:22).

La exportación colonial de los criterios ultraliberales y de la cultura occidental a todo el planeta. La auténtica humanización no se consigue mediante la globalización así entendida y la imposición del pensamiento único sino por la integración de la diversidad cultural, por la creación de una cultura y de unos principios mundiales que surjan de la fusión, de la interfecundidad de las diversas culturas existentes (Carbonell y Sala, 2002:203-204).

Referencias

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[1] "Política de la realidad", es la política exterior basada en intereses prácticos más que en la teoría o la ética.
[2] “El neoliberalismo se ubica como una reflexión desde un capitalismo de mercado puro, y de régimen republicano (...) al mismo tiempo, dentro del capitalismo, el neoliberalismo representa una posición que tiende a no aceptar premisas o postulados histórico-sociales, afirmando más bien que el mercado es una entidad de la naturaleza, que funciona de forma natural, y que pertenece, por ejemplo, con la familia monogámica patriarcal, a formas heredadas biogenéticamente en el desarrollo de la humanidad y en tal sentido igual a como funciona un grupo animal social, o procesos bioquímicos o astronómicos” (Saxe, E. 1999b: 91). “La globalización denotaría un conjunto de procesos de renovada internacionalización del capital a finales del siglo XX. El globalismo, a su vez, sería una interpretación sesgada de esa globalización, que pone de relieve únicamente sus aspectos positivos, y que la considera como inevitable e incontrolable, y como solución a todos los problemas de la humanidad” (...) “Tanto el neoliberalismo como el globalismo se definen como constructos ideacionales excluyentes de todo otro constructo, se puede no encontrar alternativas, y en tal caso la lógica interna del neoliberalismo y del globalismo tenderá a hacer que se consideren no solamente como marcos interpretativos últimos (o primeros según se quiera), sino también como consecuentes e incontrastables” (1999b: 155).
[3] El imperialismo suave estaría formado por el imperialismo cultural el cual “no pretende la conquista de un territorio o el control de la vida económica, sino el control de las mentes de las personas como herramienta para la modificación de las relaciones de poder entre dos naciones” (Morgenthau, 1986: 86); y por el imperialismo económico el cual “resulta no tan directo y por lo general no tan eficaz como el militar. Tendencia a romper el statu quo para modificar las relaciones de poder entre la potencia imperialista y las otras naciones, realizarlo no mediante conquistas territoriales sino a través de dominio económico. Si una nación no puede o no desea conquistar territorios a los efectos de establecer su dominio puede lograr el mismo fin ejerciendo su dominio sobre quienes dominan su territorio” (Morgenthau, 1986: 84-85)
[4] Conferencia “Globalización y Mercado Total”, desarrollada en el marco de la II Semana de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional, 2006.
[5] Conferencia “El proceso de Desconexión y Transición en América Latina” desarrollada en el marco de la II Semana de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional, 2006.
[6] Planteado por Ratzel al considerar al Estado como un organismo vivo que necesita de recursos para sobrevivir, posteriormente desarrollado por Haushoffer. El espacio vital es un territorio suficientemente grande y vario en su estructura económica para que los grupos humanos que en él conviven tengan la posibilidad —siempre que trabajen sistemáticamente en colaboración y provecho recíprocos— de realizar una intensa producción de gran envergadura, una moderna división del trabajo y el intercambio de bienes y capitales precisos; es decir, lo necesario para que puedan llegar a un nivel de vida propio del siglo XX, logrando la independencia más completa posible frente a la política económica de los grandes capitalismos o de otros espacios vitales grandes, acaparadores de las materias primas. El espacio vital es un territorio suficientemente grande y dotado de energías, víveres y materias primas asequibles en todo momento y con seguridad, para preservar a los pueblos integrantes de vivir como “criaturas” inertes, sujetas a cualquier gran potencia de hegemonía marítima o estar expuestos a una muerte segura. Cada uno de los espacios vitales hoy existentes ha sido construido por una fuerte potencia directora, propugnadora del mismo tanto en lo “interno” como en lo “externo”.
[7] John Saxe-Fernández desarrolla la cuestión de la ASPAN en su artículo “México-EEUU: Seguridad y colonialidad energética”.
[8] El Capítulo 21.2 titulado “Seguridad Esencial” dice: “Ninguna disposición de este Tratado se interpretará en sentido de: a) obligar a una parte a proporcionar ni a dar acceso a información cuya divulgación considere contrarias a sus intereses esenciales en materia de seguridad; o b) Impedir que una Parte aplique medidas que considere necesarias para cumplir con sus obligaciones respecto al mantenimiento o restauración de la paz y seguridad internacional, o para proteger sus intereses esenciales en materia de seguridad (Subrayado nuestro, BGH). El texto del tratado, incluido este capítulo puede ser descargado directamente de la página web del COMEX (www.comex.go.cr), es aún más sorprendente que la página del tratado en la que se encuentra este capítulo posee el sello de aprobación del departamento de asesoría legal del COMEX, lo que denota un evidente, por parte del gobierno costarricense, apoyo incondicional a las “aventuras” militares estadounidenses.
[9] He dado en llamadar TLCfilia a ese apoyo incondicional por parte de diferentes grupos hacia el TLC. Pero no es cualquier apoyo, pues ha llegado a niveles casi patológicos sorprendentes. Han desarrollado prácticamente un culto al TLC, tan idéntico -y enfermo- a los dogmas religiosos, de NO discusión sobre el tema, la descalificación (aún no se a llegado a un tipo de Inquisición, en la cual se eliminan a los opositores al dogma), la degradación y censura de todos aquellos que ven en el TLC no como un mecanismo para el desarrollo de los países de la región, sino como una viva representación del imperialismo económico.
[10] “El fenómeno de la internacionalización económica, es decir, el de la globalización entendida como una categoría científica, con base en el análisis histórico plantea que el presente estadio del capitalismo no muestra rupturas fundamentales con la experiencia del pasado en lo que se refiere al asimétrico contexto de poder internacional y nacional... Es un caldo de cultivo de relaciones profundamente leonino en el orden económico-estratégico, conocido en la literatura científica como “imperialismo” (1999:11).
[11] Citado en Saxe, E. 1999. La Nueva Oligarquía Latinoamericana. El autor destaca la colonización del mundo de la vida, para interpretarla, en el sentido que “la perpetuación de esa colonización se basaría en el control del desarrollo ulterior del paradigma tecnoeconómico centrado en la información y la comunicación”. p. 161.
[12] Pablo González Casanova. “Los indios de México hacia el nuevo milenio” en La Jornada, 9 de septiembre de 1998, p. 12. Citado por Saxe-Fernández. 1999. Globalización: crítica a un paradigma. p. 12.
[13] Franz Hinkelammert explica extensamente sobre esta erradicación de las “distorsiones del mercado” en la estrategia de la globalización que “realizada por medios de los ajustes estructurales, ha borrado los derechos humanos de la vida humana. Los ajustes estructurales dejan sin efecto los logros anteriores en materia de estos derechos (derecho de la vida, salud, educación, alimentación, vivienda) y hacen imposible volver a recuperarlos. Los han sustituido por la absolutización de los derechos de las empresas (derechos de propiedad privada) como únicos derechos reconocidos (Hinkelammert, 2003:23).
[14] En neolengua –el lenguaje orwelliano de la novela 1984-, se utilizaba para hacer referencias a las personas que eran exterminadas, que ya no poseían derecho alguno, individuos que dejaron de ser seres humanos.
[15] Esto quiere decir, siguiendo el discurso occidental: no existe un sistema económico que no sea el capitalismo, sólo existe una religión verdadera y es el cristianismo, es impensable otro sistema político que no sea la democracia. Y a quien se le ocurra criticar al capitalismo; o rechazar la existencia de una idea cínica divinizada (mejor llamada dios) o creer en otros; o el simple hecho de dudar de la eficiencia de lo que se conoce como democracia, es catalogado como personae non gratae en esta sociedad, incluso en este planeta.
[16] Ver mi “sobre la guerra preventiva”, en donde expongo la paradoja de la guerra preventiva: esta estrategia ha sido utilizada por algunas potencias para retar al hegemón y con ello establecer un nuevo orden internacional que les beneficie. Fue utilizada por la Alemania nazi para retar a Gran Bretaña, y es utilizada por EEUU para retar al actual hegemón, que paradójicamente es él mismo.
[17] Históricamente se concebía que la soberanía se basaba en una fuerza armada suficiente para rechazar a los invasores, y la fuerza armada se adaptaba a la forma de un poder estatal centralizado. Actualmente, un Estado es soberano en la medida en que posea un centro político cuyas decisiones predominen sobre la voluntad de todas las autoridades subordinadas; es soberano respecto del mundo exterior en la medida en que pueda imponer su autoridad jurídica. Si se ve invadido por la fuerza armada, y no logra resistir, su autoridad desaparece junto con su soberanía, y esto ocurre cualesquiera sean su estructura social, su trama jurídica, su fachada constitucional o su régimen político. (Lichtheim, 1972: 11-15).
[18] Al agotarse la libre competencia de los más fuertes en el campo económico con pérdidas generalizadas, la lucha por la sobrevivencia de los más fuertes adquiriría un carácter extraeconómico al introducirse el uso de la fuerza. Se abriría otra lucha por mantener, a la fuerza, un lugar ganador en un mercado global, mercado que perdería sin embargo, todo dinamismo interno. He aquí el paso gradual de la exclusión de los contrincantes económicos mediante mecanismos del mercado a la amenaza de eliminarlos por la fuerza. Y con este paso de la exclusión a la eliminación, se introduce la amenaza de una eliminación eventual de poblaciones concretas (2000b: 82)

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