lunes, septiembre 17, 2007

La Inversión Ideológica de la “Guerra contra el Terrorismo”

“El Terrorismo va dirigido contra la gente que mira, no contra las víctimas; su función es claramente comunicativa. El terrorismo es teatro”.
Salustiano Del Campo


“Sin medios de comunicación no hay terrorismo pues el efecto espectáculo es consustancial a su actividad. La violencia física se ejerce, sobre todo, para configurar una violencia simbólica que pese sobre el ánimo colectivo y determine los comportamientos”.
Umberto Eco

El término Terrorismo, en teoría, no debería ser complicado encontrar una definición. Se podría proponer dominación por el terror y sucesión de actos de violencia para infundir terror. Y también se podría acordar definiciones alternativas como uso de la fuerza para atemorizar o matar a personas para obtener fines ilegítimos. Cabe advertir, de antemano, que la complejidad y controversia del concepto del terrorismo implica, al utilizarse, un juicio de valor sobre sus acciones y protagonistas, muchas veces de forma adrede como es el caso en estudio: “la guerra contra el terrorismo”.

Pese a que existe una íntima relación entre el terrorismo y el terror, ambas nociones deben diferenciarse. Si bien “el vocablo terrorismo deriva de la palabra terror, la cual proviene del mismo término latino y está asociada a otros dos verbos: deterrere –asustarse de algo o alguien- y terrere –hacer estremecer, infundir miedo, espantar o amedrentar-”. Por ello “sería incorrecto equiparar estas dos formas de violencia. Terror y terrorismo no son sinónimos y ni siquiera el uso del terror es privativo del terrorismo o define exclusivamente su esencia. Es más, es necesario destacar que ni un acto aislado de terror ni una serie de actos fortuitos de terror constituyen terrorismo” (Kreibohm, 2005, 11, 12).

Paul Wilkinson sostiene que “si bien ambas actividades están fundadas en la violencia extrema y en la provocación de miedo, el terrorismo implica el uso continuo y sistemático del terror por parte de personas armadas –y Estados principalmente, BGH- sobre un conjunto de individuos indefensos, en la creencia de que esto dará frutos políticos”[1].

El terrorismo debe ser entendido como la táctica de utilizar un acto o una amenaza de violencia contra individuos o grupos para cambiar el resultado de algún proceso político (1990:259). Sin embargo esta definición dada por Deutsch es muy escueta, no brinda mayor detalle sobre el fenómeno y se limita al ámbito político. Más acertadamente, se podría afirmar que el terrorismo es: “el empleo premeditado de violencia o amenaza de violencia para lograr objetivos de naturaleza política, religiosa o ideológica (incluido el ámbito económico)... mediante la intimidación, la coerción o la siembra del miedo” (Chomsky, 2004:266; énfasis BGH). En esta se encuentra otros ámbitos en los que se aplica el terrorismo.

También se podría afirmar que “hablar de terrorismo es hablar de violencia. Pero no de cualquier violencia. Ante todo, podemos considerar terrorista un acto de violencia cuando el impacto psíquico que provoca en una determinada sociedad o en algún sector de la misma sobrepasa con creces sus consecuencias puramente materiales. Es decir, cuando las reacciones emocionales de ansiedad o miedo que el acto violento suscita en el seno de una población dada resultan desproporcionadas respecto al daño físico ocasionado de manera intencionada a personas o a cosas” (Reinares, 2003:16). Esta definición se enfoca más al aspecto psicológico de las víctimas, dejando de lado los objetivos políticos, económicos, religiosos o ideológicos que busca el terrorista, aunque se sobreentiende que el impacto psíquico provocado por el terrorismo busca dichos objetivos[2].

Kreibohm afirma que “el terrorismo es una construcción teórica y una vía práctica, empleada con fines políticos por sujetos activos contra individuos pasivos; sus acciones suponen el uso planificado y calculado de una forma especial de violencia la cual representa y moviliza las aspiraciones de un grupo en base a un conjunto de elementos filosóficos, teóricos o ideológicos, por muy crueles que éstos sean” (2005: 15).

Para Calduch, el terrorismo es “una estrategia de relación basada en el uso de la violencia y de las amenazas de violencia por un grupo organizado, con objeto de inducir un sentimiento de terror o inseguridad extrema en una colectividad humana no beligerante y facilitar así el logro de sus demandas”[3]

Ahora bien, me atrevo a formular una definición un tanto alejada del discurso oficial: “las acciones o políticas emprendidas contra una población determinada por parte de la clase dominante para lograr un mayor control y sometimiento a sus designios”. Desde un punto de vista político, el terrorismo no es otra cosa que el terrorismo de Estado, y por lo tanto, toda acción violenta que busque minar el accionar del Estado o clase dominante debe ser entendida como contraterrorismo. Sin embargo, es inadmisible e impensable, incluso hasta satanizado, afirmar que la clase dominante se dedica oficialmente al terrorismo, y más aún decir que los actos terroristas son contraterrorismo. Lo que sucede no es otra cosa que doblepensar y crimental[4], en otras palabras, la retórica, ese arte de embellecer la expresión de los conceptos, en el cual el verdadero terrorismo (reiteramos, el terrorismo de estado) es presentado como contraterrorismo, a veces llamado como “conflicto de baja intensidad” o “contrainsurgencia”, así sean los peores genocidas: por ejemplo los nazis (tanto los que gobernaron en Alemania como los que gobiernan en EEUU e Israel). Y presentan a las acciones no gubernamentales como el único terrorismo existente. Se debe tener muy presente que “el terror es primordialmente un arma de los poderosos (Chomsky, 2004:268).

De hecho, en la gran mayoría de trabajos sobre el tema, los autores le atribuyen la categorización de terroristas a organizaciones que minan el accionar del Estado pese a que tienen presentes la noción de terrorismo de Estado y con ello terminan reproduciendo el discurso oficial.

En la actualidad, la noción del concepto de terrorismo, se puede encontrar rasgos significativos. En primer lugar, la noción de terrorismo de Estado apenas tiene cabida en las teorizaciones norteamericanas, como no sea que se deslice subrepticiamente de la mano de la actividad de alguno de los Rouge States (Taibo, 2005b:78). Como se mencionó anteriormente, en la apología estatal, las acciones ejercidas por el Estado, nunca son acciones terroristas, con una clara excepción igualmente discursiva, los únicos Estados que sus acciones si son terroristas son los Estados que no orbitan dentro del área de influencia (dominación) del hegemón, más conocidos como Rouge States o Estados Canallas.

Un segundo rasgo que resalta es una llamativa distorsión estrechamente vinculada con la anterior: se olvida siempre que el número de muertos generados en los tres últimos decenios del siglo XX por lo que comúnmente se entiende por terrorismo ascendió aproximadamente a unos diez mil, un guarismo modesto si lo comparamos con el de los muertos provocados por las maquinarias de terror a disposición de los Estados (2005b:78). No hace falta profundizar mucho en este aspecto, para darle la razón al autor, si ponemos por ejemplo, la cantidad de personas asesinadas por ser consideradas herejes por la Inquisición; el aniquilamiento de las poblaciones nativas de América por parte de los conquistadores europeos; los aproximadamente 80 millones de muertos por las guerras mundiales; la cantidad de personas que mueren día a día por los embargos impuestos por gobiernos como el de Estados Unidos, para doblegar a Estados que no se someten a sus designios;

Por último, y de forma irónica, la cantidad de muertos producto de las intervenciones humanitarias, si se suman todas estas cifras y se comparan por ejemplo con los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, en el cual murieron 3.000 personas, se denota estrepitosamente que el verdadero terrorismo es el estatal y del cual “EEUU ha sido protagonista de un sinfín de actos de cariz presuntamente terrorista entre los que cuentan el derribo de aviones, el hundimiento de buques, el secuestro de personas, el bombardeo inopinado de ciudades, el despliegue de sanciones económicas letales para poblaciones enteras o el respaldo permanente dispensado a crímenes como los cotidianamente protagonizados por Israel” (2005b:78-79).

Y como último rasgo que se encuentra es que el discurso oficial no muestra propensión alguna a escarbar en las eventuales razones que vendrían a explicar comportamientos desbocados como los que se revelaron el 11 de septiembre de 2001 (2005b:79). En sus discursos oficiales las potencias se contentan con señalar que el terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva son las nuevas amenazas del siglo XXI, y eluden que la pobreza y el expolio de los recursos, afirma Taibo, guardan alguna relación con los dos fenómenos invocados, o al menos con el primero.

Se puede establecer como regla que la materialización de un acto terrorista inducirá a la materialización de otro acto terrorista y así continuará de forma cíclica perpetuándose. Es decir, la aplicación del terrorismo acarrea un contra-terrorismo y dicho contra-terrorismo acarrea consigo un contra-contra-terrorismo, se establece por consiguiente un ciclo de terror, es decir, una constante actividad terrorista que conduciría al “sistema” internacional a una guerra permanente. A todo esto se le adhiere el “dilema del terrorismo”: como realizar una efectiva lucha contra el terrorismo sin que ello conlleve a una respuesta más violenta. Como se tratará de explicar en este ensayo, la lucha contra el terrorismo llevada a cabo por los EEUU, fuera de la retórica discursiva no pretende una merma en los actos terroristas, por el contrario, sus políticas lo que buscan es una agudización del problema y con esto perpetuar su lucha, esto con el objeto de justificar sus intervenciones militares en los países de donde pueda obtener un interés específico y con ello generar ganancias a su “complejo industrial-militar-comunicativo-universitario”.

Detrás de la retórica de la lucha contra el terrorismo

Para comprender la inversión ideológica –y en realidad toda inversión ideológica- se debe tener en cuenta la utilización del lenguaje como un mecanismo de la administración total. Al lograr identificar los elementos lingüísticos de la administración total el resultado es la aparición del conocido lenguaje orwelliano, y con ello se cumple la afirmación de Roland Barthes: “ya no hay ningún lapso entre la denominación y el juicio, y el cierre del lenguaje es perfecto…”[5]

De ello se aduce que “el lenguaje cerrado no demuestra ni explica: comunica decisiones, fallos, órdenes. Cuando define, la definición se convierte en separación de lo bueno y lo malo; establece lo que es correcto y lo equivocado sin permitir dudas, y un valor como justificación de otro” (Marcuse, 1972: 132).

Lo anterior lo encontramos a lo largo del documento “Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos”, de donde se desprenden frases como:

“La libertad es una demanda no negociable de la dignidad humana; el derecho natural de toda persona -en cualquier civilización. A través de la historia, la libertad se ha visto amenazada por la guerra y el terrorismo; ha sido desafiada por las voluntades conflictivas de Estados poderosos y los propósitos malvados de tiranos; y ha sido puesta a prueba por la pobreza y las enfermedades que se propagan. Hoy, la humanidad tiene en sus manos la oportunidad para hacer que la libertad triunfe sobre todos estos enemigos. Estados Unidos acoge con beneplácito nuestra responsabilidad de encabezar esta gran misión (2002: 3)[6]”.

Y de forma más enfática en los discursos del presidente Bush: “A algunos les preocupa que hablar en términos de lo que es justo o injusto puede no ser diplomático o puede ser descortés. No estoy de acuerdo con esto. Diferentes circunstancias requieren métodos diferentes, pero no moralidades diferentes”[7].

Marcuse afirma que “cuanto más global sea el conflicto que construyen con objeto de afrontarlo, más normal sea la proximidad de la destrucción total” (1972:134) con ello se pone de manifiesto la necesidad de la conspiración terrorista, es decir, “el asalto al poder sobre el mundo necesita de un enemigo presente en el mundo entero que amenace al asaltante, ya que, para defenderse, éste debe tomar el poder sobre el mundo entero” (Hinkelammert, 2003: 35) y con ello “se logra un impacto inmediato que sirve para provocar el miedo en la población frente a la conspiración mundial” (2003:36).

Cabe rescatar en este punto dos factores que integran la esencia del terrorismo de acuerdo a Charles Townshed: a) su carácter esencialmente simbólico y; b) el hecho de que sus usuarios estén profundamente convencidos de la utilidad o necesidad del empleo del terror[8].

De la Estrategia de Seguridad Nacional se desprende un elemento medular para comprender la inversión ideológica que hay en la guerra contra el terrorismo, el asalto al poder sobre el mundo:

“Al defender la paz, aprovecharemos también una oportunidad histórica para preservar la paz. Hoy, la comunidad internacional tiene la mejor oportunidad que se ha presentado después del nacimiento del Estado nación en el siglo XVII, para crear un mundo en el que las grandes potencias compiten en paz en lugar de prepararse continuamente para la guerra. Hoy, las grandes potencias del mundo nos encontramos en el mismo lado –unidos por los peligros comunes de la violencia y el caos terroristas. Estados Unidos se basará en estos intereses comunes para promover la seguridad mundial”… “Estados Unidos aprovechará este momento de oportunidad para extender los beneficios de la libertad al mundo entero. Trabajaremos activamente para llevar la esperanza de democracia, desarrollo, mercados libres y libre comercio a todos los rincones del mundo” (2002: 2).

Por último también afirma que “Estados Unidos posee en el mundo poder e influencia sin precedentes y sin igual. Esta posición, sostenida por la fe en los principios de libertad y por el valor de una sociedad libre, viene acompañada de responsabilidades, obligaciones y oportunidades sin precedentes. Se debe usar la gran fuerza de esta nación para promover un equilibrio de poder que favorezca la libertad” (2002: 3).

Para lograr este asalto sobre el mundo, el texto del documento es contundente, Estados Unidos “se erigirá en paladín de los anhelos de dignidad humana” (2002: 3). Claro está que por humanidad vamos a entender lo mismo que por el pueblo elegido de “Dios” para hacer valer su palabra sobre todo el mundo.

Se debe tener presente que “el acto terrorista por sí solo no es prácticamente nada; la publicidad lo es todo, y el verdadero riesgo que corren los terroristas es la indiferencia, el desinterés, la falta de publicidad y la pérdida de su imagen de luchadores por la libertad o de salvadores de una clase, un credo o una sociedad. Para evitarlo intentan generalizar la angustia y el terror, atacando objetivos de alto valor simbólico (Kreibohm, 2005: 27). ¿Qué habría sucedido, si los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 no hubieran sido tan “promocionados” por los medios de comunicación? Y en contexto junto a los escándalos de corrupción de corporaciones como Enron, entre otras; la baja popularidad del presidente Bush en los primeros meses de su administración –anteriores al 11/9/01- ¿habría podido Bush reelegirse como presidente?

Si retomamos elementos de las nociones de terrorismo planteados anteriormente, debe considerarse a este como una estrategia de relación. Ello significa “la existencia de una planificación de las actividades, previa a su ejecución y, por tanto, excluye las actuaciones o situaciones puramente espontáneas o accidentales”[9].

Se presenta aquí un doble discurso, por una parte el gobierno de EEUU presenta a los terroristas que realizaron el atentado, como una organización que cuidó hasta el más mínimo detalle, que tuvo la paciencia para entrenarse y planificar toda la operación. Al final tomaron al país desprevenido, y ello les permitió mostrar a los EEUU como vulnerables ante ataques terroristas. Sin embargo, resulta interesante un análisis más detallado sobre los movimientos gubernamentales y financieros momentos antes y durante los atentados. Por ejemplo “la coincidencia de los ataques terroristas con “Vigilant Warrior”, un ejercicio militar del comando aéreo estratégico, NORAD, localizado a cientos de metros bajo tierra en las montañas Cheyene, Colorado, bajo la responsabilidad del general Ralph Eberhart, realizado el 11-9, que, curiosamente coincidió con numerosos otros “juegos de guerra” realizados ese día en puntos neurálgicos y que en este caso particular dirigieron la atención de todas las fuerzas aéreas de EEUU, incluyendo los aviones radar AWACS, hacia un hipotético ataque ruso” (Saxe, J. 2006: 216). O los registros de “operaciones bursátiles que durante los días anteriores a los ataques especularon con las acciones de varias empresas de aviación, corredurías y aseguradoras que serían gravemente afectadas por el uso de aviones comerciales con pasajeros como armas de ataque” (2006: 224).

Por último resulta interesante una de las primeras consecuencias de esos ataques, en beneficio del Carlyle Group –uno de los principales contratistas militares, y de cuyos miembros varios pertenecen a la administración Bush, incluido él mismo y su padre-: “el Congreso aprueba de inmediato el desbloqueo de 40 millardos de dólares para la Defensa mientras que, en la sombra, los miembros de la administración Bush comienzan a sacar cuentas sobre el presupuesto de 2002 del Pentágono, que prevé un alza de 33 millardos de dólares” (2006: 225).

Otro suceso que no puede dejar de mencionarse, es la presentación del documento “Rebuilding America’s Defensas: Strategy, Forces and Resources for a New Century”, suscrito en septiembre de 2000 por el Project for a New American Century (PNAC) de donde se desprende que EEUU en la actualidad no tiene rival a nivel mundial y que gracias a ello EEUU debe preservar y extender su poderío para consolidarse en un futuro[10]. Y producto de ese poder sin igual, los EEUU debía prepararse para posibles ataques al territorio nacional. También se deben tener presentes los “trabajos académicos” de los neoconservadores (neocons) que en los albores de las elecciones presidenciales del 2000 –que también deben ser considerados como propaganda política para desvirtuar a los demócratas-, en la que enfatizaban la necesidad de modernizar las fuerzas armadas estadounidenses que producto de los “dividendos para la paz” que ofrecía la administración Clinton habían entrado en decadencia y se corría el peligro de que EEUU no saliera victorioso ante la nueva que se estaba confabulando –en realidad que ellos, los neocons, estaban confabulando-.

Por ejemplo, Frederick W. Kagan, en un artículo afirmaba que: “EEUU debe ser capaz de luchar contra Irak y Corea del Norte, además de oponerse al genocidio en Los Balcanes o en cualquier otro lugar sin comprometer su potencial para solucionar a su favor dos MRC -Major Regionals Conflicts, BGH-. E, igualmente, desde ahora –pues sin remedio acaecerá debería ir preparando una futura guerra con Rusia o China”. Posteriormente sostiene que “aunque la próxima guerra estallará con casi toda seguridad cuando un agresor regional ataque a un aliado de EEUU y no cuando se utilice la fuerza contra nuestro país, cada potencial adversario ya está preparando sus fuerzas para enfrentarse contra el ejército estadounidense” (2005: 135, 137, subrayado nuestro).

Resulta interesante las afirmaciones de Richard Perle, principal ideólogo de los neocons, sostenía al final de la administración Clinton que: “parece claro que la actual administración abandonará el gobierno antes que Sadam, por lo que cualquier iniciativa política en relación con Irak será adoptada por la administración venidera. Si la próxima administración tiene que proteger los intereses de EEUU en el Golfo –Pérsico, BGH- y crear las condiciones propicias para establecer una estabilidad perdurable en la región, debe formular una estrategia política y militar GLOBAL para derrocar a Sadam y a su régimen (2005: 200). Importante también son los planes geoestratégicos ya esbozados en el 2000 por los neocons y que van a ser parte del objetivo principal de la lucha contra el terrorismo: “un Irak fuerte –o, por lo menos, un Irak que no esté abocado a una guerra civil que comporte el riesgo de la desintegración política- es esencial para contener a Irán” (2005:194)

De lo anterior se desprende que tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el objetivo de la guerra contra el terrorismo, ha sido siempre y en primer lugar, los recursos estratégicos del Medio Oriente. Atacar Afganistán era importante para obtener el apoyo de la opinión pública estadounidense, pero también para el establecimiento de bases militares en territorio afgano para luego emprender una campaña militar contra Irak, con ello obtener el control de los recursos estratégicos iraquíes, impedir que tras la invasión se desarrollara una guerra civil –objetivo que no han cumplido-, y posteriormente lanzarse a una guerra contra Irán, apoderarse de sus recursos petrolíferos, principalmente, y por último, controlar las transacciones de la industria del petróleo y a la vez controlar los suministros de los recursos estratégicos de China y de Rusia, además que por la posición geoestratégica del Medio Oriente, vigilar a Europa, Rusia y China, principalmente.

Se puede contemplar que el gobierno de EEUU es quien potencia los efectos del terror a través de los elementos de “la ilusión de ubicuidad” y “la latencia de la amenaza”, es decir, que los actos terroristas pueden desencadenarse en cualquier lugar del mundo y en cualquier momento:

“Estados Unidos de América libra una guerra contra terroristas esparcidos por todo el mundo. El enemigo no es un régimen político, persona, religión o ideología aislados. El enemigo es el terrorismo premeditado, la violencia por motivos políticos perpetrada contra seres inocentes. La lucha contra el terrorismo mundial es distinta de cualquier otra guerra de nuestra historia. Se librará en muchos frentes contra un enemigo especialmente evasivo, durante un largo período de tiempo. El progreso vendrá a través de la acumulación persistente de éxitos, algunos evidentes, otros no” (2002: 5).

Según la Estrategia de Seguridad Nacional para combatir a esta amenaza los EEUU “utilizará cada herramienta de su arsenal: el poderío militar, la defensa mejorada de su territorio nacional, la aplicación de la ley, la recopilación de inteligencia, y gestiones vigorosas para cortarles el financiamiento a los terroristas” (2002: 1). Sin embargo, esta guerra contra el terrorismo no tiene un rostro determinado, es según el documento “son redes oscuras de individuos” (2002: 1). Es decir, EEUU determinará que personas, grupos, organizaciones y/o Estados deberán ser catalogados como terroristas o aliados de los terroristas. Esa elección se determinará por el interés nacional estadounidense.

A modo de conclusión, queda claro quienes son en realidad los terroristas, es el gobierno de EEUU quien más ha sacado ventajas de toda esta guerra contra el terrorismo, es la camarilla Bush los que a través de los medios de comunicación han desarrollado toda una campaña para mantener a la población en un estado de inseguridad generalizado, y con ello se les delegue la seguridad de la ciudadanía y presentarse como los garantes de la paz y la supervivencia.


Referencias

Barber, B. 2004. El Imperio del Miedo. Guerra, terrorismo y democracia. Trad. Pino Moreno, M. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.

Chomsky, N. 2004. Hegemonía o Supervivencia: El dominio mundial de EEUU, trad. Restrepo, C.J. Bogotá: Editorial Norma.

Deutsch, K. W. 1990. Análisis de las Relaciones Internacionales. 2ª ed. Stellino, A. México, D.F.: Ediciones Gernika.

González, B. 2005. Sobre la Guerra Preventiva. Documento de Estudio # 26. Heredia: ERI-UNA

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________ 2007. Religión, Terror y Globalización: Esencia del Imperialismo. Mimeo.

Hinkelammert, F. 2003. El Asalto al poder mundial y la violencia sagrada del imperio. San José: DEI.

Kagan, F. “La decadencia de las fuerzas armadas de EEUU”. En Soriano, R. y Mora, J.J. eds. 2005. El Nuevo Orden Americano. España: Editorial Almuzara.

Kreibohm, P. “El terrorismo contemporáneo como problema teórico: categorías de análisis, debates e interpretaciones”. En Slavin, P. Et al. 2005. Terrorismo Siglo XXI. Mar del Plata: Ediciones Suárez.

Marcuse, H.1972. El Hombre Unidimensional. 9ª ed. Trad. Elorza, A. Barcelona: Editorial Seix Barral.

Perle, R. “Irak: Sadam Desbocado”. En Soriano, R. y Mora, J.J. eds. 2005. El Nuevo Orden Americano. España: Editorial Almuzara.

Petras, J. 2003. El Nuevo Orden Criminal. Trad. Livov, G. Buenos Aires: Libros del Zorzal.

_______ 2004. Imperio vs Resistencia. La Habana: Casa Editorial Abril.

Saxe Fernández, E. 2005. Colapso Mundial y Guerra. San José: Editorial Amo al Sur.

Saxe-Fernández, J. 2006. Terror e Imperio. La hegemonía política y económica de EEUU. México D.F.: Random House Mondadori.

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Slavin, P. Et al. 2005. Terrorismo Siglo XXI. Mar del Plata: Ediciones Suárez.

Soriano, R. y Mora, J.J. eds. 2005. El Nuevo Orden Americano. España: Editorial Almuzara.

Taibo, C. 2005. ¿Hacia Dónde nos lleva Estados Unidos?. Barcelona: Ediciones B.

Referencias de Internet

Administración Bush. 2002. Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de América.
http://www.offnews.info/inteligencia_seguridad/estrategia_segnacional.htm

PNAC. 2000. Rebuilding America’s Defensas: Strategy, Forces and Resources for a New American Century.
www.Newamericancentury.org/.RebuldingAmericanDefenses.pdf.
_______________________________
[1] Cf: Wilkinson, P. Terrorismo Político. Citado por Kreibohm, P. 2005. p. 13.
[2] Esta definición de Fernando Reinares sobre el terrorismo, tiende más al impacto sobre la población que a los objetivos que busca. Una definición acertada y esencialmente neutral que difiere con el resto del libro, en el cual el autor toma un sesgo ideológico (característico de Occidente) y llega a afirmar que el terrorismo es meramente islámico y son muy pocas veces en las que el Estado y los cristianos cometen actos de terror. Una reseña del libro de Reinares y su respectiva crítica puede ser encontrada en González, B. 2006. Terrorismo Global. En Revista Relaciones Internacionales #69-70.
[3] Cf: Calduch, R. 1991. Relaciones Internacionales. Citado por Kreibohm, P. 2005, p. 23
[4] En neolengua, el doblepensar significa control de la realidad. Tener conciencia de lo que es realmente verdadero al par que se difunden mentiras cuidadosamente elaboradas. Aquí entra la retórica del terrorismo y del contraterrorismo. El crimental podría ser considerado como el pensamiento opositor al discurso oficial o dogma. Se podría catalogar como crimental las teorías de conspiración que afirman que los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 fueron un montaje de la administración de Bush II; o el simple hecho de afirmar que dios no existe y que no es otra cosa que una idea creada por los seres humanos. Todo aquello que contradiga la posición oficial es algo impensable, es un crimen de pensamiento y quien lo cometa es un terrorista y debe ser castigado, y por último exterminado.
[5] Cf: Barthes, R, Le Degré zéro de l’écriture 1953. citado por Marcuse, H.1972, p.131-2.
[6] Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU, 17 de septiembre de 2002, Versión digital. http://www.offnews.info/inteligencia_seguridad/estrategia_segnacional.htm. demás citas tomadas del mismo documento.
[7] Discurso pronunciado en West Point, New York, 1 de junio de 2002. tomado del documento de la Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU, 17 de septiembre de 2002.
[8] Cf: Townshend, C. “El proceso del terror en política irlandesa”. Citado por Kreibohm 2005, p. 13-4.
[9]Cf: Calduch, R. citado por Kreibohm, p. 23.
[10] Textualmente se afirma que “what we require is a military that is strong and ready to meet both present and futures challenges; a foreign policy that boldly and purposefully promotes American principles abroad; and national leadership that accepts the United States’ global responsibilities”. En Rebuilding America’s Defenses. Presentación del PNAC.

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